14. Mat

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Aunque le había dicho a Ágatha varias veces que no estaba bien hacer una diferencia tan grande entre ellos y Jade, él mismo se sorprendía de lo incómodas que podían ser las discusiones de las familias poderosas. Claro, todo era más sencillo cuando se trataba de su familia, pensó Mat lanzando un suspiro para emitir algún ruido en medio del silencio en que se había quedado la cocina. Cuando no tienes abuelos adinerados que dejan sus grandes casas en el sur del país como herencia, es poco probable que tú y tus familiares se pongan a discutir en la mesa sobre a quién le corresponde qué cosa.

—Tu primo parece simpático —dijo Ágatha y Mat no supo distinguir si estaba siendo sarcástica o si Alan solo le había caído bien porque había fastidiado a Jade.

—Es un tonto arrogante y presumido —dijo cruzándose de brazos mientras caminaba en círculos por la cocina— es que no puedo creer que no haya cambiado ni un poco! Actúa como si fuera el único adulto aquí.

Mat se aclaró la garganta para llamar la atención, pero se arrepintió un segundo después al ver que la mirada furiosa de su anfitriona ahora estaba posada en él.

—El plan de exorcizar la casa sigue en pie, ¿cierto señorita?

—De todos modos tienes que pagarnos por las molestias de venir hasta aquí —le recordó Ágatha para asegurarse.

—Por supuesto que sigue en pie —respondió la joven llena de determinación— no porque el tonto de Alan diga que no puedo hacer algo significa que debo hacerle caso, ¿cierto?

Mat asintió tímidamente con la cabeza y Jade dio un golpe en la mesa con la mano extendida.

—Hay que exorcizar a ese fantasma a como dé lugar —dijo apretando el puño en el aire.

Mat tragó saliva y se encogió sobre la silla un poco amedrentado por el fuego en los ojos de la joven. Le gustaba su energía y resolución, pero no podía evitar sentirse un poco inseguro con todo aquello; después de todo, la señorita Jade estaba poniendo toda su confianza en él y Ágatha. ¿Serían ellos capaces de hacer lo que hiciera falta?

—Hay mucho que hacer y no tenemos tiempo para descansar —les dijo tomando a Mat de la mano para hacer que se pusiera de pie— vamos a sacar a ese fantasma de aquí aunque tengamos que hacer estallar toda la casa.

Mat se puso de pie y tomó la mano de Ágatha, quien seguía mirando el plato de ensalada vacío con anhelo.

—¿Pero y el almuerzo? —preguntó la muchacha.

—Ya comimos el almuerzo.

—¿Ese era el almuerzo? —no obtuvo respuesta, porque Mat y Jade se la llevaron volando fuera de la cocina.


El invitado de honorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora