19. Jade

6 3 2
                                    

Sea lo que sea que Mat y Ágatha estaban haciendo, estaba funcionando. Habían pasado dos días desde la última vez que Jade había sentido la presencia de aquel fantasma. Tampoco se le había aparecido por sorpresa ni nada parecido.

La habían arrastrado a un interrogatorio, lo que era muy extraño ya que a sus cazafantasmas habían dicho varias veces que preferían trabajar solos, por lo que Jade siempre los dejaba andar por la casa a su aire y no los interrumpía hasta que escuchaba algo rompiéndose o se acercaba la hora de la comida. Ella casi siempre se pasaba las tardes respondiendo correos, escribiendo guiones y enviando su portafolio a algunos trabajos que le interesaban, aunque no había encontrado muchas buenas ofertas en la zona y no podía permitirse ir de una ciudad a otra en su situación actual. Tener un fantasma en casa había resultado ser incluso más demandante que adoptar un cachorro nuevo.

Ese día, sin embargo, su rutina tuvo un quiebre a eso de las 11:30. Estaba en su habitación, sentada en el escritorio abriendo cartas cuando escuchó golpes en la puerta.

—Pase —dijo alzando la vista con cautela. En esa casa solo habían tres personas, pero no podía descartar al fantasma, por lo que estaba un poco nerviosa cada vez que alguien se anunciaba.

—Vamos a necesitar de tu ayuda para continuar con la investigación —dijo Ágatha.

Así fue como terminó siguiéndolos por la biblioteca.

—¿Estás segura de que no mataron a nadie en esta mansión?

—Casi segura.

—¿Qué significa eso? Sé más específica.

—No pasaba mucho tiempo aquí cuando era pequeña, solo en los veranos y algunos fines de semana largos —respondió Jade— pero mi abuelo era banquero y casi todos sus hijos se dedicaron a cosas relacionadas. No creo que hayan matado a nadie.

Ágatha chasqueó la lengua. Se le estaban acabando las ideas y no podía seguir vendiendo humo infinitamente. Tenía que encontrar algo creíble con lo que pudiera trabajar.

—Podríamos buscar en el sótano, los sótanos siempre tienen fantasmas —sugirió Mat y Ágatha frunció el ceño. No solo le molestaba que esa idea no se le hubiera ocurrido a ella, la verdad era que esperaba poder hacer ese trabajo sin tener que meterse a un lugar húmedo y cerrado.

Jade no podía escucharlos. Tampoco sabía si quería hacerlo o no. Por mucho que les estuviera pagando por haber venido a ayudarla, la presencia de esos dos, incluso la de Ágatha, se había convertido en una especie de bálsamo para su propia estadía ahí. De no ser por ellos, a esas alturas tal vez ya se habría vuelto loca.

Pasó los dedos por algunos de los tomos de la biblioteca. Recordaba haber leído uno o dos, pero jamás había sido aficionada a las novelas policiales que a su abuelo tanto le gustaban. Estaba intentando recordar la trama de unos de esos libros cuando escuchó una melodía suave proveniente del primer piso. Un tango apenas audible, pero que no pudo pasar desapercibido.

Jade se giró hacia la puerta abierta y observó el pasillo unos segundos antes de voltear una vez más para advertir a los demás.

—¿Escuchan eso? —preguntó. No recibió respuesta: Ágatha y Mat estaban muy ocupados tratando de descifrar los extraños escritos mágicos de un libro que acababan de encontrar. Aunque de mágico no tenía nada, aquel libro solo estaba escrito en francés.

—No tenemos tiempo para jugar ahora —respondió Ágatha— estamos ante un gran descubrimiento. Mat, pásame la lupa, tengo que examinar esto.

—Pero... —se detuvo al ver que Ágatha se llevaba un dedo a los labios para pedir silencio. Jade terminó por suspirar profundamente antes de dar la vuelta para volver a encontrarse con el pasillo y con la música. A ella no la necesitaban ahí, pensó antes de dar dos pasos hacia la puerta. No la extrañarían si bajaba a averiguar qué estaba pasando.

El invitado de honorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora