44. Mat

2 2 0
                                    

Mat despertó una hora después de todo lo anterior y cuando lo hizo descubrió que ya no estaba tirado en el piso de la cocina, sino que estaba en su cama. Lo habían arrastrado hacia la habitación y le habían quitado los zapatos para cubrirlo con una sábana.

—¡Está despierto! —escuchó decir a Ágatha. Primero la vio en una esquina del cuarto y luego la vio acercarse hasta saltar a la cama haciéndolo rebotar en el colchón. Mat quería preguntarle cosas, como qué era lo que estaba pasando o si cuanto había visto había sido real, pero Ágatha no lo dejó hablar. Le abrió los párpados con los dedos para comprobar el tamaño de sus pupilas, luego le abrió la boca para examinar su lengua y, finalmente, le tomó el pulso en la muñeca y comprobó las pulsaciones con el reloj de la mesa de noche.

—Creo que estoy vivo —dijo Mat mientras trataba de sentarse en la cama, pero era un poco difícil, porque Ágatha se negaba a quitarse de encima. Aquella era su forma de demostrar que estaba preocupada.

El joven buscó a tientas sus lentes en el velador y los encontró justo en el momento en que Jade entraba a la habitación seguida de un extraño. Mat deslizó el marco por su nariz hasta que pudo ver el mundo tan claro como siempre y pronto descubrió que el recién llegado no era tan extraño como le pareció en un principio. No solo lo había visto materializarse en la cocina antes de perder el conocimiento, también había sentido su presencia desde antes. Estaba seguro.

—Estuvimos pensando cuál sería la mejor manera de presentarlos —dijo Jade dándole una mirada a su acompañante, quien permanecía detrás y aún no se animaba a entrar por completo— y llegamos a la conclusión de que aparecer de la nada no es lo más civilizado del mundo.

Mat estuvo de acuerdo. Sentía la boca seca y hasta el último de los nervios de su cuerpo le gritaba que debía correr. Sin embargo, hizo el esfuerzo de hablar.

—¿El fantasma? —preguntó. Jade asintió con la cabeza y el aludido sonrió.

—Se llama Gaspar.

—¿Como Gasparín?

—Sí, como él —Ágatha dejó escapar una pequeña carcajada.

Mat volvió a quitarse los lentes para restregarse los ojos con los puños, luego parpadeó un par de veces para comprobar que no seguía durmiendo, pero cuando alzó la vista el fantasma seguía ahí. Miró a su amiga, quien se había quedado sentada en el otro extremo de la cama con las piernas cruzadas bajo su cuerpo. Se miraba las uñas como si nada. Mat sabía que Ágatha era una profesional en el tema de los fantasmas, pero jamás pensó que se tomaría tan a la ligera que hubiera un espectro a menos de dos metros de distancia.

—Bueno —dijo suspirando y pasandose una mano por el cabello en un intento de ordenar sus pensamientos. Si Ágatha lo aceptaba, no veía por qué él no debía hacerlo también.

—Descuida, no fui yo el que intentó matarlos la noche anterior —dijo Gaspar, a lo que Mat asintió con la cabeza— de hecho, justo estábamos hablando sobre eso.

—El fantasma dice que sabe quién es el que ha estado molestándonos —dijo Ágatha— pero se estaba haciendo el misterioso y no había querido decirnos hasta que te despertaras.

—El fantasma tiene nombre —le recordó Jade cruzándose de brazos, pero Ágatha apenas la escuchó.

—Dado que hay dos fantasmas en la casa y que uno de ellos es altamente peligroso, creo que es obvio que tenemos que ponernos más serios con todo este asunto —dijo la joven de lentes— y creo que si alguien va a liderar la operación, esa debo ser yo.

—Bien —dijo Jade— ¿cómo se supone que nos deshacemos de un fantasma?

—Bueno... —respondió Ágatha encogiéndose de hombros con más seguridad de la que tenía realmente— hay muchas maneras...

El invitado de honorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora