25. Mat

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—¿Cómo que no pueden ir? —preguntó Jade indignada y llevándose las manos a la cintura mientras su primo intentaba explicarle unas razones que ella ni siquiera estaba escuchando. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que alguno de los integrantes de su familia había tenido esa actitud horrible con personas ajenas, por lo que había decidido darles el beneficio de la duda; sin embargo, ahí estaba Alan, mirando por encima del hombro a sus amigos, ¿y solo por su ropa?

—¿Quieres escucharme por un segundo y dejar de inventarte historias absurdas en la cabeza? —preguntó el mayor de los primos mientras gesticulaba con las manos haciendo movimientos verticales y certeros que habrían ayudado a convencer a alguien con la cabeza menos dura que Jade— solo estoy diciendo que se trata de una reunión familiar privada, no queremos que otras personas vayan, especialmente después de haber perdido al abuelo hace tan poco tiempo.

—¿Es eso? — preguntó Jade entrecerrando los ojos— ¿o es que simplemente se creen mejores que el resto del mundo y no quieren que nadie más se meta en su prestigioso círculo?

—No, Jade —respondió Alan— por mucho que te cueste creerlo, no somos nazis.

Ella resopló al verse pillada; una mezcla entre vergüenza y rabia. Jamás había utilizado aquel adjetivo en voz alta para describir a su familia paterna y aún así había sido descubierta.

—Nunca pusieron problemas cuando tú llevabas a tus amigos a casa, ¿por qué conmigo es diferente?

Y esta vez fue él quien resopló. Mientras tanto y a menos de dos metros de distancia, Mat se estrujaba las manos e intentaba apartar la vista de la discusión que se estaba llevando a cabo.

—¿No crees que deberíamos decir algo? —le preguntó a Ágatha, que se estaba rascando una oreja— tal vez sea mejor que nos quedemos aquí.

—¿Estás loco? Esta gente es millonaria, su casa debe estar llena de comida.

—Sí, pero... —volvió a mirar a los primos Fuenteclara y se pasó una mano por la nuca— no quiero causarles más problemas de los que ya tienen.

—No te preocupes —le dijo su amiga— además, algo me dice que Jade va a ganar la discusión.

Antes de que Mat pudiera preguntarle cómo era que lo sabía, Alan dejó caer los brazos a ambos lados del cuerpo, exasperado.

—Bien —dijo rodando los ojos mientras Jade sonreía victoriosa— pero van a ir en el asiento de atrás y van a guardar silencio en el camino. Una vez estemos allá, fingiremos que acaban de llegar y que no nos conocemos.

—Suena bien para mí —dijo Ágatha subiéndose los lentes por el puente de la nariz. Había sido la primera en acomodarse el bolso en el hombro y en comenzar a caminar hacia la salida de la casa seguida por Jade. Mat reaccionó un poco más tarde, cuando Alan lo apuró con solo una mirada de pocos amigos y él salió casi corriendo detrás de las dos mujeres; por poco se cae en las escaleras de la entrada. Alan fue el último en salir, el que cerró la puerta de entrada de la casa de su abuelo mientras pedía al cielo que todo saliera bien esa noche.


El invitado de honorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora