Capítulo 16 ─ Juicio y Testamento

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Entramos a la mitad del volumen queridos lectores.

Pese a demorarme mucho, estoy acelerando lo más que puedo para traerles cada capítulo nuevo por día.

Ya toca la hora de pelear y el giro argumental de este volumen.

Lo van a saborear cuando llegue.

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La mañana llegó, Mary se levantaba plácidamente tras dormir en una cama totalmente diferente a la que está acostumbrada.

A diferencia de la suya, esta cama usaba telas más finas como sábanas, plumas de aves que reciben cuidados para que la suavidad y brillo sean perfectos para el colchón, e incluso las almohadas tienen la esponjosidad perfecta para no remover la cabeza.

Su cama era todo lo contrario, dura, un poco ruidosa y sobre todo pequeña.

Pero ahora podía estirar cuantas veces quisiera su cuerpo en esa enorme cama para ella sola.

De hecho, eso sí.

Como si fuera una niña pequeña, Mary rodó en esa cama luego de despertar.

Al terminar de jugar se puso de pie, alguien llamó a la puerta.

─Buenos días Mary-sama. ¿Está despierta?

─Ah, Julie-san. Si, lo estoy.

─Con su permiso.

La puerta se abrió y Julie entró.

─ ¡Kyah!

Mary se cubrió de inmediato.

─ ¿Qué hace?

Preguntó Julie ante el extraño comportamiento de Mary.

Mary trató de espantarla agitando su mano.

─Estoy en ropa interior, fuera, shu.

─Oh, lo siento.

Julie se acercó y le explicó las costumbres de la nobleza al despertar.

─Para nosotros los sirvientes, es natural ir a la habitación del señor o señora de la casa y ayudarles a vestir.

─Incluso si hay invitados es necesario hacerlo.

─Está bien. Puedo vestirme sola.

─No.

─ ¿Eh?

─Es mi trabajo. Por lo tanto. ¡Aquí vamos!

─ ¡Kyah!

Julie removió la sábana con la que se cubrió Mary, dejando su vulnerable cuerpo a la vista.

Julie se quedó asombrada al ver el cuerpo.

Una figura delgada, sin ningún tipo de carne extra en su cintura.

Muslos regordetes acompañados de un trasero enorme.

Y sobre todo... ¡pechos enormes!

Julie revisó su pecho.

Es grande... pero eso...

Tragó saliva al ver que los pechos de Mary eran tan grandes que fácilmente podría calcular que entraban en sus manos.

La ambición del Dios de la EspadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora