27. Sentimientos.

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[4 de diciembre, 1: 23 am]

Jin se encargó de desaparecer los cuerpos del otro bando sin dejar rastro alguno, como si nunca hubiera existido una guerra campal dentro de la residencia. Y hablando de esta, tenía algunos vidrios rotos y se encontraba salpicada en sangre por algunas esquinas, nada que el gobierno de Corea del Sue no pudiese financiar para remodelarla de nuevo.

Mientras tanto, Jimin había tenido que llamar a Hyungsik para informarle sobre la escena que les había tocado presenciar. Después de todo y gracias a que habían intervenido a tiempo, se encontraban bien. El único que había resultado herido había sido Taehyung, que había recibido bastante de parte de uno de esos hijos de puta. Pero podía con eso, o al menos eso decía.

Y es que en realidad, poquísimo le importaba tener el rostro hinchado en ese momento. Su preocupación era otra: algo andaba mal... Algo estaba yendo mal. Y no podía darse el gusto de pasarlo por alto, como había hecho en oportunidades anteriores cuando miembros de diferentes mafias habían intervenido en Turquía y Mongolia, intentando llevarse a Jungkook con ellos.

Se suponía que la residencia iba a estar resguardada las veinticuatro horas vía satélite, desde Seúl. Entonces, ¿cómo es que no le habían informado antes que algo así sucedería? Trataba de hallarle algún sentido, quizás solamente se había tratado de algún descuido, pero seguía sintiendo que habían muchas que no encajaban en el trayecto de aquella misión.

Su sexto sentido lo decía, y este casi nunca se equivocaba.

Mientras se fumaba un porro, mirando la selva dibujarse en las ventanas abiertas de su habitación, alguien tocó la puerta.

Jungkook cargaba en una mano un maletín negro y con la otra sostenía una botella de alcohol etílico. La ternura en su mirada, parado en el umbral de la puerta con tan solo un camisón ancho y una sonrisa que apenas empezaba a dibujarse, hicieron de Taehyung el más vulnerable de todos los hombres.

Se aclaró la garganta.

—Entra— le dijo tirando el cigarrillo por la ventana, rogando porque el humo no se haya impregnado tanto a su ropa. Ojalá a él no le molestase.

Jungkook cerró la puerta detrás de él.

—Siéntate.—pidió Jungkook, dejando todas sus herramientas en el borde de la cama.

Taehyung enarcó una ceja.

—¿Ahora eres tú quien da las ordenes?—con una sonrisa divertida, él tomó asiento, poniéndose cómodo sobre su propia cama.

El chico se acercó a él a pasos silenciosos. El camisón le iba bastante grande, pero no lo suficiente como para que sus muslos no se dibujasen perfectamente cuando movía mucho las caderas. De inmediato, su dulce olor invadió las fosas nasales de Taehyung, aquel detalle podía con él. Lo tenía tan cerca y podía verlo concentrado, pasando algodón y alcohol en sus heridas sobre el rostro. Taehyung se tensó, y no precisamente por el dolor...

—¿Cómo estás?—él tomó la palabra. Si seguía mirándolo no iba a tardar en apartar las cosas para besarlo sobre esa cama.

—No sé cómo deba estar al respecto...—el castaño negó con la cabeza. Sentía de nuevo los recuerdos amordazarle el corazón.—He matado a un hombre, supongo que eso no me dejará dormir por el resto del viaje.

—Hey, déjalo estar.—susurró Taehyung, cogiéndolo del mentón para que lo mirara.—Si no hubiera sido por ti, Jin estaría enterrándome en algún lugar de esta jodida selva.

A Jungkook le entró un escalofrío.

¿Él? ¿Morir? Madre mía, no era una idea que le viniera para nada bien. De solo escucharlo decir eso se le había escarapelado el cuerpo entero.

Antidote | TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora