36. Estamos aquí por algo.

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[10 de diciembre, 6: 34 pm. Daegu, Gyeongsang]


El aeropuerto internacional de Daegu recibió las órdenes del gobierno coreano. Lo que dictaba claramente que tendrían que cancelar sus vuelos desde el medio día y clausurar el lugar hasta un nuevo aviso, para poder aperturar una zona clasificada donde pudieran recibir la avioneta del gobierno sin ninguna intervención, pero sobre todo, sin ningún enemigo rondando.

Sobrevolar el océano atlántico nunca había sido una tarea tan difícil. La verdad es que Taehyung no había podido bajar la guardia ni siquiera unos segundos. Estaba tenso, ansioso, no confiaba para nada en los viajes largos como aquellos. Es decir, en tierra quizás podría deshacerse de un par de hijos de puta con algunos explosivos, pero sobrevolando el océano y perdido en medio de las nubes, no podría hacer mucho al respecto.

De cualquier forma u otra, estaban a salvo. Lo supo cuando la camioneta que los transportaba los llevó a una ruta que él conocía de memoria: el laboratorio de Gyeongsang. Un lugar que se perdía en medio de mapas satelitales y que solo podían tener acceso a él miembros selectos de la Agencia Central De Inteligencia.

Sí, por fin podía olearse un poco a hogar. A Corea del Sur. Taehyung había tenido que realizar distintas misiones a lo largo de su corta vida, pero nunca había llegado a extrañar tanto Corea del Sur como en esa misión empezaba a hacerlo. Incluso a su gente, a su clima. Aquel dicho llevaba razón: no había lugar como el hogar.

Y oh, vaya que el lugar era moderno. Por fin también había algo de civilización, tranquilidad y seguridad, si es que en realidad podían contar con esa suerte. El laboratorio de Gyeongsang estaba enfundado en capa de acero, desde sus compuertas de tres metros que resguardaban el lugar, hasta los conductos de ventilación. Todo en un diseño minimalista, elegante y bastante tétrico; perdido en medio de un desierto lleno de rocas en seta y arena espesa.

Ya en medio del laboratorio, Taehyung caminaba a su lado, revisando algo en su teléfono bajo unas gafas de sol que lo hacían mucho más atractivo de lo usual

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Ya en medio del laboratorio, Taehyung caminaba a su lado, revisando algo en su teléfono bajo unas gafas de sol que lo hacían mucho más atractivo de lo usual. Al rededor todos los trabajadores le saludaban emotivos, algunos atreviéndose a estrecharle la mano y otros simplemente alzando la voz, debido a lo cohibidos que se sentían por la imponente presencia de ese hombre pelinegro, fornido y exitoso. Jungkook no podía culparlos para nada, es decir... Si él fuera uno de ellos, también se habría sentido intimidado al ver a Taehyung caminar por ahí. Notaba perfectamente el respeto que había ganado en su trabajo a base de esfuerzo, y es que sí... ¿por qué no decirlo? Era un tío hábil y jodidamente bueno en lo que hacía.

En absolutamente todo... pensó él.

Jungkook no podía dejar de mirarle por el rabillo del ojo. No solo por el hecho de que fuera lo suficientemente atractivo como para tener toda su atención, sino porque Taehyung caminaba por el pasillo del laboratorio, llevándolo de la mano.

Era la primera vez que hacía algo así, como una demostración pública de sus sentimientos, o al menos así lo tomaba él. El chico caminaba naturalmente por el pasillo con su mano derecha entrelazada a la de Jungkook y él podía sentir los ojos de varios hombres y mujeres encima suyo, e incluso también escuchaba ciertos murmullos.

Antidote | TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora