40. Feliz Navidad.

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[25 de Diciembre]

3 semanas después.








En la provincia de Jeolla del Sur, en un condado llamado Sinan, se encontraba el pacífico y acogedor pueblo de Banwol-do.

Un pueblo de no más de tres mil habitantes, con una pinta de vida campestre que podía percibirse desde que ponías el primer pie ahí adentro. Era un lugar sin muchos conflictos, realizaban fiestas acogedoras y había poco ajetreo. La gente oriunda de Banwol-do se había acostumbrado ya al día a día trabajando en medio de bares, restaurantes y oficios del mismo estilo, pues en un sitio como ese no era necesario destacar para nada. El perfil bajo era un común denominador.

La vida era sencilla.

Los niños iban a la escuela, las madres trabajan por las mañanas en los bares más concurridos y los hombres de la casa se encargaban de lidiar con los problemas económicos pasando sus horas en las fábricas agrónomas o granjas del sitio.

No había mucho de qué preocuparse.

No por ahora.






En medio de una charla llena de burlas y chistes subidos de tono, Hoseok, el rubio de bonitos ojos castaños, le lanzó una botella de alcohol etílico al chico que tenía a unos metros de distancia.

Jungkook cogió la botella con agilidad, esbozando una sonrisa amenazante al recibir el peligroso ataque de su compañero.

—¿De qué iba eso?— le preguntó colocando la botella en la estantería llena de antibióticos. —Si esa botella hubiese estado abierta, habría podido morir.

—Já, puedo apostar a que has estado a punto de morir antes. —bromeó el rubio, sentándose en una de las camillas limpias, dejando ambas piernas en el aire.

Jungkook dejó pasar el comentario por alto, sabiendo muy bien en su interior que, obviamente, Hoseok no tenía ni siquiera una idea de lo que decía. Y de la razón que podía llegar a tener con esas palabras.

Pero eso era lo bueno de Hoseok, y de todas esas personas que últimamente estaban a su alrededor. Ninguna de ellas le conocía de verdad, ninguna de ellas sabía sobre él, ninguna de ellas sabía sobre... el poder inigualable que tenía su sola presencia, o el solo hecho de estar vivo.

—¿Por qué no lo quieres admitir? —Hoseok continuó con el hilo de la conversación. —Sé que parece que siempre puedo tener la cabeza en otro lado, pero... Mírame, soy un excelente enfermero. —dijo soltando una risa burlona, haciendo que Jungkook riera también. —Y puedo darme cuenta de las cosas. Vamos, admítelo, tienes algo especial con ese agente de policía que parece sacado de una maldita película porno.

Los colores subieron de inmediato al rostro de Jungkook, haciéndolo ruborizarse a los pocos segundos de escuchar aquella acusación. Porque sabía muy bien de quién estaba hablando su amigo Hoseok, porque sabía que ese agente de policía sacado de una porno, no era nada más ni nada menos que... Taehyung.

—No vayas a ponerte celoso ¿vale? Pero, Dios... ¡Es que está tan bueno! —el rubio solía tener ese tipo de momentos donde se comportaba como si fuese un adolescente, uno que afloraba en él de forma sobrenatural, y a un nivel desmedido. —Cuando las personas de aquí le vimos llegar contigo por primera vez, pensamos... "Oh joder, ¿quién es ese castaño?, ojalá y sea su hermano".

—Hyung, no es para tanto. —bufó Jungkook, cogiendo su mochila y abrazándola, para pasar a sentarse en otra camilla justo al frente del rubio. —Conozco a Taehyung, no dejes que su linda sonrisa de comercial y cabello azabache te atrape. Es solo una trampa.

Antidote | TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora