Capítulo 40: Dos espías sin límite.

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—Naruto, tienes que portarte bien mientras Kakashi y yo estamos fuera —dijo Makoto, entregándole unas bolsas con unos envases—. Te he hecho curry, onigiris, sushi y tienes también caldo casero.

—¡Muchas gracias! —exclamó el rubio, abrazando a su maestra—. Yo también tengo una misión pronto, te daré los tuppers cuando coincidamos.

—Sí, no hay prisa. Venga, déjalo en tu casa, en la nevera.

—¡Sí! —gritó el chico—. ¡Hasta pronto, Makoto!

—Venga, adiós —susurró ella, revolviendo su pelo. El Uzumaki corrió hacia su casa y la peliblanca caminó hasta reunirse en la entrada de la aldea con su prometido—. ¿Llevas el traje?

—Claro que sí, no te preocupes por mí, ¿ya estás lista? —preguntó Kakashi mientras la Senju adaptaba las correas de su mochila.

—Sí. Pongámonos en marcha, el País del Arroz nos espera. Es medio día corriendo, ¿verdad? —Él asintió y ambos comenzaron su trayecto hacia aquel singular lugar.

La misión que se les había encomendado era de rango S, pues debían infiltrarse en la reunión de una de las mafias más peligrosas de toda la nación. Pese al rango otorgado, no debían combatir contra nadie en la reunión, sino fuera, y tendrían que recabar toda la información posible y entregársela a la Hokage.

—Nuestros objetivos son Akane Abe y Yozo Sato —dijo Kakashi, la mujer asintió y activó su Byakugan—. Deberían estar a unos cincuenta kilómetros, en un hotel. La reserva dura hasta mañana por la mañana, ¿llegas a verles?

—No, el rango de mi Byakugan no llega tan lejos —admitió la mujer—. Acabaremos con ellos en su habitación, el personal del hotel está avisado, no debemos preocuparnos por el ruido. Tenemos que conseguir sus pergaminos individuales de identificación y con el jutsu de transformación, nos hacemos pasar por ellos.

—¿Jutsu de transformación? —susurró él mientras ambos atravesaban un bosque—. Creía que nos habían asignado a personas que se parecían a nosotros, por eso me he traído tanto maquillaje...

—¿Prefieres hacerlo a la antigua usanza? Si quieres nos maquillamos, no tengo problema alguno. —Sonrió.

—Sí, aunque sea para no sentirme estúpido por cargar con todo esto. —Rio. —Además, a mí se me da muy bien, déjamelo a mí. —Alzó el pulgar de su mano derecha. La Senju dejó escapar una carcajada.

La pareja siguió corriendo durante unas cinco horas hasta que llegó al hotel, que tenía termas. Se identificaron en la recepción y agarraron la llave de su habitación. Antes de proceder con el asesinato, decidieron tomar un baño en las aguas termales.

Makoto fue a la de mujeres y Kakashi a la de hombres. No había nadie bañándose, así que decidieron pegarse a la pared de bambú para hablar entre ellos.

—¿Necesitas ayuda por ahí? —preguntó Kakashi, ella rio.

—Un poco, es una pena que no puedas socorrerme —respondió Makoto, se sentó en el suelo de piedras para que el agua la cubriera completamente.

—¿No puedo? ¿Quién ha dicho eso? —susurró el Hatake.

—Yo, yo lo he dicho, no seas indecente —contestó la mujer entre risas.

—Le quitas la gracia a la vida —murmuró Kakashi, ella escuchó cómo se movía agua por el lado del hombre. De repente, comenzó a escuchar la voz de otro hombre, pero no podía descifrar lo qué decía porque estaban bastante lejos.

—Byakugan —susurró ella—. Perdóname, Kakashi, no he tenido más opción... —Pasó la vista por el lugar y observó al hombre. Era uno de sus objetivos. —¡Kakashi, me voy ya a la habitación! —exclamó Makoto saliendo del agua. Se envolvió en un kimono y subió a la habitación.

Raíz | Kakashi HatakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora