Capítulo 21: Rubí.

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     La tasa de criminalidad en Konoha había bajado estrepitosamente y todos le atribuían el mérito a Rubí, un misterioso ninja (llamado héroe por los periódicos de la aldea) de ojos carmesíes que deambulaba entre las sombras, encarcelando a los criminales. Makoto últimamente no se quedaba a dormir en casa de Kakashi como solía hacer, y él no tardó en entrelazar los hechos.

     —Makoto —dijo él mientras la nombrada leía a su lado en el sofá.

     —¿Sí? —preguntó ella.

     —¿Qué opinas sobre Rubí? —Makoto sonrió de lado y cerró el libro abruptamente.

     —¿Rubí? No me suena —comentó la mujer, sonriendo burlescamente.

     —¿Segura? —cuestionó el Hatake. Makoto asintió, todavía con una sonrisa en su cara. Kakashi comenzó a hacerle cosquillas—. ¿Segura de verdad?

     —¡Que sí! —exclamó la Senju entre risas. Él fue parando paulatinamente—. ¿Por qué tanto interés en el tema?

     —Porque resulta que cierta Senju, de ojos rojos, no viene por las noches —respondió él.

     —Bueno, es que tengo cosas que hacer, Hatake —comentó Makoto.

     —Venga ya, sé que eres tú, Makoto —dijo Kakashi, sonriendo.

     —¿Y si es Kurenai? Ella también tiene los ojos rojos. —Revolvió el pelo del hombre.

     —Bueno, sea quien sea Rubí, debería tener cuidado, no queremos que le pase nada —habló el Hatake, sonriendo, y peinó su cabello de nuevo.

     —Me voy ya. —La Senju agarró su chaleco táctico y caminó hasta la puerta. —Y estoy segura de que Rubí te hará caso, no te preocupes. —Makoto salió y corrió rápidamente hasta su casa. Eran cerca de las ocho de la tarde, así que su patrulla nocturna comenzaría pronto. Agarró una sudadera con capucha negra y salió de nuevo.

     Honestamente, no le agradaba que su amigo se hubiera hecho popular, ya que los criminales estaban comenzando a ir con más cuidado. Además, ¿de dónde salía el nombre de Rubí? No quedaba bien para un héroe enigmático como él, ¿verdad? 

     Corrió hasta la torre del Hokage y se sentó en el techo, activando su Byakugan. Todo estaba muy tranquilo hasta que, unos diez metros al noroeste, vio a alguien correr con algo en sus manos que brillaba mucho, muchísimo. Desactivó su poder ocular y persiguió a la persona hasta llegar y ponerse frente a él.

     —¿Es eso un diamante? —preguntó Makoto, quitándoselo de las manos—. Sí, sí lo es, y además de la exposición de aquí al lado.

     —Devuélvemelo —ordenó el hombre.

     —¿Lo llevarás al museo de nuevo? Permíteme dudarlo.

     —Tú no sabes por qué hago lo que hago, no puedes juzgarme, solo Dios puede hacerlo —dijo el hombre, intentando agarrar la piedra de las manos de la Senju.

     —Dios no existe, pero, si lo hiciera, yo sería lo más parecido a él. Así que yo te juzgaré. —Makoto activó su Byakugan mientras su pelo ondeaba al son del viento. El hombre sintió una especie de corriente eléctrica recorrer su columna vertebral, estaba aterrorizado.

     —Tú no eres Rubí, ¿verdad? —cuestionó el ladrón, tartamudeando. Makoto sonrió.

     —No, yo soy mucho peor. —En menos de lo que dura un chasquido de dedos, la Senju había noqueado al hombre. Guardó el diamante en su bolsillo y llevó a rastras al chico a la comisaría. Les entregó la joya a los policías también y se despidió con rapidez.

     Volvió hasta la torre del Hokage y se sentó en el tejado de nuevo, alguien apareció a su lado de repente.

     —¿Qué tal, Rubí? Me da que te has hecho popular. Te estás llevando todo el mérito de nuestro trabajo —comentó Makoto con sorna. El chico sonrió de lado.

     —¿Cómo te debería llamar a ti? ¿Perla? —Makoto sonrió también.

     —No lo sé, Uchiha, haz lo que quieras. —Makoto comenzó a observar minuciosamente Konoha.

     —Akatsuki vuelve a moverse, así que es la última noche en la que podremos patrullar —dijo él.

     —Ya sabes lo que opino sobre esa misión, pero espero que todo salga bien.

     —Cuida de Sasuke, por favor. Tampoco dejes que se entere de nada del clan. —Makoto asintió.

     —Yo creo que podemos concluir aquí la última patrulla de Rubí y Perlahabló la Senju sonriendo—. Vayamos a casa, hay tantas cosas que quiero decirte.

     —Y a mí me encantaría escucharlas, Makoto, pero no puedo. Me alegro de haber podido estar contigo estos días, de verdad. Intentaré escribirte más a menudo —comentó Itachi. Makoto asintió.

     —Siento que todo haya acabado así —murmuró ella—. Quise evitar que caminaras por este sendero, pero todo ha salido mal.

     —Tú no tienes la culpa. —Makoto levantó una ceja. —Vale, mataste a unas cuantas personas... pero no fuiste responsable de la tragedia en sí.

     —Sasuke se parece mucho a ti, demasiado. Cada vez que lo miró veo tus ojos, tu fuerza, te veo a ti, y duele más de lo que jamás habría imaginado. No quiero que todo acabe como tú quieres que lo haga, no quiero que te mate... saber que estoy entrenando a tu asesino es...

     —Makoto, para. Deprimes hasta a las piedras. No es como si tuviera muchas más opciones —dijo el Uchiha.

     —Dejémoslo, no llegaremos a nada. —Makoto suspiró pesadamente.

     —Me voy ya, no quiero que te metas en líos. —Itachi se levantó.

     —Claro, papá —respondió la Senju con sorna y le ofreció la mano. Él la tomó, encantado, y entonces ella le abrazó.

     —Esto no es un adiós —susurró la mujer. Itachi asintió—. Hasta pronto, Uchiha. —Itachi se separó y, en apenas unos segundos, desapareció entre las sombras, como si se lo hubieran tragado.

 —Itachi se separó y, en apenas unos segundos, desapareció entre las sombras, como si se lo hubieran tragado

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Makoto se habla con Itachi a través de cartas que se envían con sus respectivas invocaciones.

Raíz | Kakashi HatakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora