Capítulo 29: Significa que has crecido.

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     Makoto había dejado de ser la maestra del Equipo 7 temporalmente para dirigir la aldea. Debía coordinar las misiones de los ninjas, rellenar papeleo y, cuando llegaba a casa (si podía), lo único de lo que era capaz era de tumbarse en el sofá.

     Todo aquello no era lo que ella quería, sino algo que le había sido impuesto como última voluntad del Tercero. Y, como había dicho Kakashi, ya que iba a dirigir la aldea (aunque por poco tiempo), ¿por qué no poner su cara en el monte de los Hokages? Por lo visto, a los mayores de la aldea no les parecía bien. En realidad, Kakashi solo quería ver la cara de Makoto constantemente, ¿y qué mejor forma que plasmándola en la piedra?

     La Senju estaba en el despacho justo cuando alguien picó a su puerta. Resopló con pesadez y se mentalizó para tener otra de las aburridas charlas con los ancianos.

     —Pase —ordenó, sosteniendo una hoja en sus manos.

     —¡Makoto! —exclamó Naruto, sonriendo.

     —Oh, Naruto, eres tú. ¿Qué pasa?

     —¿Cómo que qué pasa? ¿No sabes qué día es, de veras? —preguntó él, frunciendo el ceño mientras cruzaba sus brazos.

     —Obviamente no, tengo muchas cosas que hacer así que si puedes aligerar esta conversación, mejor. —Makoto firmó rápidamente uno de los papeles en su escritorio.

     —¿Cómo no puedes acordarte? Yo me acuerdo. —Naruto cruzó sus brazos. La mayor levantó la vista de la hoja.

     —Naruto, por muchas vueltas que le dé, no se me va a ocurrir nada, así que dímelo.

     —¡Piensa un poco!

     —Naruto, tengo en mis manos papeles que pueden desatar la Cuarta Guerra Ninja, no me pidas que piense ahora mismo sobre otra cosa que no sea esta. —Makoto cogió otro folio y lo firmó de nuevo.

     —¡Hoy es el aniversario del día en que nos conocimos! —exclamó él. Makoto sonrió y, después, realizó una carcajada.

     —¡Qué va! —Ordenó todos los papeles de su escritorio y apoyó sus codos en la mesa. —Yo a ti te conozco desde el día de tu nacimiento, solo que tú no te acuerdas.

     —¡Eso es imposible, Makoto! —Naruto, sorprendido, llevó las manos a su nuca.

     —Es más, fui la primera en sostenerte, después de tus padres, obviamente. —Makoto sonrió ampliamente, recordar a esos dos le había hecho mucho bien, pues esos días no tenía tiempo para desfogarse.

     —¿¡Conociste a mis padres, de veras!? —El Uzumaki casi saltó sobre el escritorio.

     —Claro que lo hice.

     —¿Podrías sacar algo de tiempo para contarme algo sobre ellos? —Naruto puso cara de cachorrillo abandonado y Makoto no tuvo más remedio que aceptar.

     —No debería hacer esto... —susurró ella.

     —Venga, ¡Makoto! ¡Seguro que llevas mucho tiempo ahí sentada! ¡Te debe doler el culo!

     —¡Eh, que soy tu superior! —exclamó ella, divertida—. Bueno, está bien. Vayamos a Ichiraku si te apetece.

     —Siempre me apetece, de veras. —Naruto dio pequeños saltitos mientras la Senju negaba con una sonrisa en la cara. Sabía que no podía contarle quiénes fueron sus padres, pero lo mínimo que podía hacer era decirle si eran o no buenas personas, es más, era su obligación como alumna de Minato.

     Al llegar al local, ambos se sentaron en la barra y pidieron sus respectivas comidas. No pasaron ni cinco segundos hasta que Naruto comenzó a bombardearla con preguntas sobre sus parientes.

Raíz | Kakashi HatakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora