Capítulo 43: Para comprender hace falta corazón.

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—¿Pasa algo, maestra? —preguntó Hinata mientras sus puños se cubrían con chakra.

—No es nada... ¿no te parece que algo extraño va a pasar? —dijo la mujer, frunciendo el ceño—. Como un presentimiento, ya sabes.

—Ahora que lo dices... —murmuró la Hyuga, esquivando el ataque de la de cabellos blancos.

—No te preocupes, seguro que no es nada. —Sonrió, no queriendo preocupar a la chica.

Las dos comenzaron una pelea de taijutsu. A Makoto le costaba creer que la niña que un día le pidió que la entrenara fuese a cumplir dieciséis años en apenas unos meses. Tanto Sakura como Hinata habían florecido y desarrollado sus habilidades ninja, en momentos así, se preguntaba si Naruto y Sasuke también lo habrían hecho. Pero la respuesta era obvia: seguro que sí.

—Tienes una misión con tu equipo en unas horas, ¿verdad? —preguntó la Senju, golpeando la pierna de su alumna.

—Sí, no parece muy difícil. Daré lo mejor de mí misma —respondió la chica.

—Pues dejémoslo aquí. Cuando vuelvas, te invitaré a una buena comida, ¿sí? —La Hyuga asintió contenta.

Ambas se despidieron y pusieron rumbo hacia sus respectivas casas. En cuanto Makoto entró en la suya, corrió hacia el lavabo e, incapaz de contener las náuseas, vomitó en la taza del váter.

—¡¿Makoto?! —exclamó Kakashi, que corrió tras ella.

—No te preocupes, estoy bien —murmuró ella, arrodillada frente a la taza del váter.

—Deberías visitar a Tsunade. Estos últimos días te has estado encontrando bastante mal...

—No te preocupes, no es nada. Sabes que me gusta mantener alejados a los médicos. —La mujer rio.

—Lo digo en serio, Makoto.

—Está bien, está bien. Si tanto te preocupa, iré ahora mismo —dijo ella, sonriendo.

Kakashi la ayudó a levantarse y ambos volvieron a la sala de estar.

—Ves haciendo la comida, ¿vale? —Makoto caminó hasta la puerta, pero la voz de Kakashi la detuvo.

—¿Estás segura de que no quieres que te acompañe? —preguntó él.

—Estaré bien, no te preocupes. —Sonrió y salió de casa.

Caminó por las calles de Konoha hasta llegar frente al despacho de Tsunade. Respiró hondo y golpeó la puerta con cuidado.

—¡Adelante! —exclamó la Quinta. Makoto entró con una sonrisilla en el despacho—. Ah, eres tú. ¿Pasa algo?

—Me encuentro bastante mal estos días y Kakashi ha insistido en que venga —explicó ella, sentándose en el sofá.

—Está bien, túmbate. Te haré un chequeo rápido.

Tsunade se levantó de su silla mientras Makoto se tumbaba. La rubia acumuló chakra en sus manos y comenzaba su análisis. De repente, paró en seco y entreabrió la boca con sorpresa.

—¿Pasa algo? —preguntó la Hatake, pero no obtuvo respuesta—. Si me voy a morir, me gustaría saberlo.

Los ojos de Tsunade se llenaron de lágrimas mientras sus labios dibujaban una sonrisa. Miró a su prima y la abrazó con fuerza.

—Felicidades —dijo.

Makoto dejó escapar un grito ahogado, no hacía falta ser un genio para darse cuenta de lo que pasaba.

—Te daré de baja los siguientes meses, procura cuidarte bien —comentó la mujer mientras la Hatake asentía con vehemencia—. No me lo puedo creer. —Se separó de ella y la miró contenta. —Pero di algo, no te quedes callada.

Raíz | Kakashi HatakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora