IV

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El dedo indice de Amelie fue un mechón que salía del sombrero de la mujer rubia que tenia a su lado, con las mejillas mojadas en lagrimas y las manos apretando el volante con fuerza, tanta que sus nudillos estaban blancos.

—Mire, señora...

—Duncan— respondió al sentir los grandes e insistentes ojos de Amelie en ella—. Julia Duncan.

—Mire, señora Duncan, no soy mala persona, de verdad que no.

—¿Y por qué te seguían ellos?

—No lo sé— admitió, antes de bajar la cabeza al ver un par de hombres con armas—. Solo sé que no tiene que temerme, no a mi.

—Yo...— la voz le tembló y una lagrima bajó por su mejilla—, yo tampoco soy mala, mis nietos me quieren y...

—Julia, Julia— interrumpió Amelie cuando sintió la culpa en ella, la rubia quitó la lagrima que bajaba—, irá a casa con sus nietos, se lo aseguró por lo que más quiero—. juró, la mano en su pecho—. Se lo juro por mi madre.

—Me matarán si saben que te estoy ayudando.

Amelie relamió sus labios y miró al frente con nervios, sin saber qué hacer. Un debate en su cabeza.

—¿Quienes sin esos hombres que quieren hacerme daño, Julia?

—Son...Son los hombres de Singh— explicó con nervios, Amelie la miró sin entender.

—¿Quien?

—Un hombre poderoso, el...— un gimoteo salió de sus labios y la castaña sintió pena—, el mató a mi marido, le hizo desaparecer.

—Lamento ir eso, señora Duncan.

—Y si sabe que te estoy ayudando, me matará, y mis nietos dependen de mi— explicó, dandole una rápida mirada a la chica. Toda su melena estaba dentro del sombrero—. Harás que me maten.

—Si deja de llorar, nadie sabrá nada— aseguró Amelie con nervios, recolocándose en el asiento—. Parezco una chica calva que va con su abuela, así que si deja de llorar y quejarse, ninguna de las dos morirá.

—Pero...

—Solo salga de la playa, señora Duncan.

La mujer tembló, el debate en sus ojos mirando a la joven de ojos grandes y verdes que suplicaba con su mirada. Dio una respiración profunda, para llenarse de valentía antes de salir del lugar con cautela.

(...)

—Ahí va un idea loca— comenzó a decir Pope—; ¿Por qué no llamamos a mis padres?

—¿Y que decimos, Pope?

—Que estamos vivos— respondió algo obvio—. Hace muchísimo que no veo a mi familia, estarán preocupadísimos por mi—. aseguró—. Les llamamos y que nos manden dinero.

—¿Y ponerles en peligro?

—Tengo una idea— interrumpió el rubio tras unos segundos, alzó una cartera entre sus dedos—. Una más rápida.

—¿De quién es?

—¿Crees que voy a revisarle las cosas a alguien y no le robaré la cartera?— preguntó JJ de manera retórica antes de sacar la documentación—. Jimmy Portis, Casttle Wash, 101—. leyó—. Seguro que Amelie y Kiara están ahí.

—Vale, ¿podemos meditar eso?— preguntó Pope agobiado, JJ le miró con enfado.

—Mi novia ha sido secuestrada por un hombre extraño, tiene que estar muerta de miedo— dijo duramente, Pope tragó saliva—. Vamos a ir—. movió su mano—. Y si no, iré solo, me da igual, pero no voy a dejar que toquen más a Amelie.

ᴀɴɢᴇʟ // ᴊᴊ ᴍᴀʏʙᴀɴᴋDonde viven las historias. Descúbrelo ahora