𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 🖇𝟎𝟏𝟎🖇

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Chapter ten...

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RAMA HABÍA SIDO CASTIGADO POR JUSTINA, OTRA VEZ. Esta vez, su falta había sido por salvar a Mar, quien había robado un vestido del local de la mamá de Dolores, la novia de Thiago.

La castaña miró a su alrededor con precaución, asegurándose de que nadie la hubiera seguido. Con un último vistazo, abrió la puerta del taller de forma silenciosa. El ambiente dentro era tenue, apenas iluminado por una bombilla vieja que colgaba del techo, proyectando sombras vacilantes en las paredes. Ahí estaba Rama, cumpliendo su castigo. Su tarea consistía en hacer una réplica de una muñeca antigua, una labor tediosa que requería paciencia y atención a los detalles, cualidades que Justina sabía que Rama detestaba.

El rubio levantó la vista hacia Miki al escuchar el chirrido de la puerta, pero su mirada apenas reflejaba interés. Volvió rápidamente su atención a la muñeca, sus manos trabajando con movimientos mecánicos, casi sin vida. No dijo una palabra.

Miki dejó escapar un suspiro largo y cansado mientras cerraba la puerta detrás de ella. Empezó a caminar hacia él, sus pasos resonando suavemente en el piso de madera. El silencio entre ambos se volvía más espeso con cada segundo que pasaba.

—Cielo me pidió que te trajera comida —dijo, acercándose un poco más y extendiéndole un plato. Su voz era suave, casi conciliadora—. Qué bajón que te castiguen otra vez, ¿no? —preguntó, esperando algún tipo de respuesta, pero no obtuvo más que el eco de sus palabras en la habitación.

Un segundo suspiro escapó de sus labios, este cargado de frustración.

—¿Seguís enojado por lo que te dije? —le preguntó, buscando su mirada—. Bueno, perdoname. Es que no pensé que este lugar fuera tan terrible.

Rama, sin apartar la vista de su trabajo, contestó en voz baja, casi murmurando.

—No estoy enojado por lo que dijiste, Miki. —Finalmente la miró, sus ojos reflejando una mezcla de cansancio y algo más profundo que ella no supo identificar.

—¿Ah no? —preguntó ella, frunciendo el ceño, confundida por su reacción.

Él negó lentamente con la cabeza, y por un momento pareció debatirse entre seguir hablando o no. Finalmente, optó por la primera opción.

—A lo mejor son celos.

—¿Celos? —repitió Miki, más confundida—. ¿De qué?

Rama dejó escapar un suspiro corto, su mirada se perdió momentáneamente en un punto más allá de las paredes del taller.

—No sé, vos y Cielo se tienen la una a la otra, se nota que se quieren. En cambio nosotros... nosotros no tenemos a nadie. Estamos a cargo de Don Barto, robamos y trabajamos para él, y si no nos castiga... No tenemos alternativas, y no es tan fácil, ¿sabés?

𝐏𝐑𝐄𝐓𝐓𝐘 𝐁𝐎𝐘𝐒; 𝕮𝖆𝖘𝖎 𝕬𝖓𝖌𝖊𝖑𝖊𝖘¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora