28. SONRISAS COMPARTIDAS

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Wilhelm

El sonido lejano de voces y risas me despierta. No me siento descansado del todo, por lo que imagino que la siesta no ha sido tan efectiva como me hubiera gustado.

No solo me sentía agotado físicamente por la mañana pasional que Simon y yo hemos compartido, si no también mentalmente. He sentido una montaña rusa de emociones con tantas subidas y bajadas desde el discurso, que a veces no sé ni lo que siento.

Sin embargo, me apetece desconectar con los amigos de Simon para conocerlos más. Sonrío al escuchar la risa de Simon en el piso de abajo.

Me lavo la cara para ocultar el sueño de mis ojos y me visto decentemente con un jersey fino de color blanco y pantalones vaqueros azules, junto con unas deportivas blancas a juego con el jersey.

Me echo un poco de ese perfume que sé que vuelve loco a Simon y salgo de la habitación, despidiéndome con la mano de Olle, Oski y Felle antes de salir (no estoy loco).

Lo primero que me encuentro al entrar en la cocina es la sonrisa de oreja a oreja con la que me recibe Simon. Imagino que mi sonrisa se expande en mi cara con la misma intensidad, porque me molestan hasta las mejillas. Pero son de esas sonrisas que no se pueden evitar, de esas que te salen del corazón.

-Ya era hora, príncipe. -me saluda Simon.

-Hola chicos, siento haberme quedado dormido. -saludo a Ayub y a Rosh dándoles la mano, que me devuelven con una sonrisa.

-No te preocupes, acabamos de llegar. -dice Rosh.

-Si, hace solo como cinco minutos. -concreta Ayub.

Me pongo detrás de la silla de Simon, rodeo suavemente su cuello con mis brazos y le doy un beso breve en el cuello (sé que Ayub y Rosh están mirándonos atentamente, pero no me he podido resistir).

-¿Cómo que príncipe? -le pregunto a Simon, quien parece que ha dejado de respirar. Puede que no se esperara esas muestras de cariño delante de sus amigos. -Nunca me llamas así.

-Ayub y Rosh te han llamado así y... No sé, me ha salido solo. -se explica nervioso, jugando con sus dedos bajo la mesa.

-Pues me gusta. -le informo. En la misma posición, le vuelvo a dar un beso, esta vez en la mejilla, a la que noto un poco sonrojada.

Simon se muerde el labio inferior con la intención de ocultar sus ganas de volver a sonreír como solo alguien puede hacerlo cuando está enamorado. Y lo sé porque yo hago lo mismo para ocultar esa sonrisa. O mis ganas de besarle.

Dejo de rodear a Simon con mis brazos para sentarme a su lado, y mientras lo hago, me fijo en que Rosh y Ayub también están mirando a Simon con una sonrisa radiante en sus labios. De esas que expresan los amigos cuando se alegran por la felicidad del otro. De esas que expresan los amigos de verdad.

Una vez sentado, vuelvo a mirar a Simon, que me mira con los ojos brillantes. Supongo que los míos también brillan, porque cuando estás enamorado todo parece tener más color, más sentido.

Supongo que, por eso, cuando te rompen el corazón, todo se ve apagado y sin sentido.

Suelto una risita tras pensar en el poder que tengo sobre Simon, y el poder que tiene Simon sobre mí. Solo con un contacto, una mirada, un roce, es capaz de alterar todo mi sistema nervioso.

Simon me responde con otra risita, como si estuviera pensando lo mismo que yo, aunque cuando se tapa la cara con las manos me doy cuenta de que es una risita que oculta la vergüenza de la situación.

-¡Dejad de mirarme así! -pide Simon entre risas.

-¿Así como? -pregunta Ayub.

-Como si estuvierais mirando a un bebé. Os falta decir "¡ohh, qué mono!".

YOUNG ROYALS 3: EL CAPÍTULO FINALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora