4. CONFESIONES

1.7K 106 13
                                    

Simon

En cuanto salimos de Hillerska, los periodistas empiezan a fotografiarnos como si no hubiera un mañana. Nuestros compañeros nos miran sorprendidos, más por el hecho de que hayamos salido que por vernos dados de la mano. Todos sabían que era Wilhem el del vídeo, aunque nadie dijera nada.

Wilhem me aprieta la mano y yo se la acaricio con el pulgar para intentar transmitirle tranquilidad. Esta vez si estamos juntos para afrontar la realidad. Esta vez de verdad.

Aceleramos el paso, dejando atrás a los periodistas, y cruzamos el campo hasta llegar al edificio con las habitaciones de los residentes de Hillerska. En cuanto entramos al edificio, escucho el largo suspiro que hace Wilhem, como si hubiera estado aguantando la respiración.

-¿Estás bien? -le pregunto.

-Si, si, tranquilo. Ya estoy mejor.

Wilhem abre la puerta de su habitación y entro detrás de él, sin soltarle la mano en ningún momento. Noto su tensión en su mano que se entrelaza fuerte entre mis dedos. Sé que sigue nervioso y angustiado desde que salió de la cafetería tras hablar con su familia. Me encantaría preguntarle sobre eso, pero no quiero agobiarle.

Sus ojos siguen fijados en la nada.

-Eh, ¿seguro que estás bien? -le vuelto a preguntar.

-Si, si...-suspira. -Es que aún no me creo lo que he hecho. Me da miedo no ser capaz de asumir las consecuencias. De haber complicado aún más las cosas.

-No digas eso. -le digo mientras nos apoyamos en la mesa con nuestras manos aún entrelazadas. -Las cosas ya estaban complicadas, pero esta vez nos tenemos el uno al otro, ¿no?

-Si, claro, esta vez sí. No te voy a volver a fallar, Simon. Te lo prometo.

Wilhem me dice eso sin apartar sus ojos de los míos, y a pesar de creer que no podría volver a confiar en él, en este momento me creo completamente sus palabras.

-Lo sé.

Le suelto la mano, me pongo frente a él, y le abrazo.

No sé cuánto tiempo llevamos abrazándonos, pero si fuera por mí me quedaría a vivir en este momento. Respiro la curva de su cuello, oliéndole, recordando como tantas veces fingía que el olor de su jersey naranja podía calmar el dolor de echarle de menos.

Mis manos acarician su espalda, y sus manos acarician los rizos que esconden mi nuca. Percibo su respiración en mi cuello, y puedo sentir su calma en sincronía con la mía. La calma de por fin estar juntos. De no más secretos. De no tener que esperar hasta los dieciocho años. De no escondernos. De darnos la mano delante de los demás. De besarnos. De conectar nuestros cuerpos y sentir aquello que nadie más nos puede hacer sentir.

Pensaba de verdad que podía olvidarme de él. Que el tiempo que transcurrió en las vacaciones de navidad haría que mi amor por él se desvaneciera. Pero cuando le vi en la fiesta de los de tercero, con su nuevo corte de pelo, sentí como si el resto del mundo desapareciera por un momento. Sentí como si mi corazón hubiera dejado de latir por un segundo para empezar a latir como un loco.

Pensé que Marcus me ayudaría a ignorar y a olvidar mis sentimientos. Pero cuando cantábamos en el karaoke, quería que fuera Wilhem el que cantara conmigo. Cuando veíamos una película de Netflix, quería que fuera Wilhem el que me habría ayudado a elegir una peli de terror en vez de una comedia. Cuando comíamos pizza mirando el paisaje y escuchando música, quería que fuera Wilhem el estuviera conmigo. Cuando me besó después de perder la competición de remo, quería que fueran los labios de Wilhem los que me besaran. Cuando bailábamos en el baile de San Valentín, quería que fuera Wilhem el que me acompañara.

YOUNG ROYALS 3: EL CAPÍTULO FINALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora