40. REUNIÓN FAMILIAR

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Simon

La semana pasa volando y el fin de semana ya está aquí.

La sentencia de mi padre fue noticia al día siguiente en todas las televisiones y revistas. A nivel global, todo el mundo sabe que mi padre estará cuatro años en la misma cárcel donde August pasará dos.

Es como si todos los problemas que nos han torturado, tanto lo de las pastillas como lo del vídeo, se hubieran quedado encerrados en la cárcel con ellos, entre secretos y mentiras.

Lo que importa es que todo eso está ahora en el pasado, y es ahí donde debemos dejarlo. Porque aún quedaba por resolver algo que nos torturaba el futuro, impidiéndonos disfrutar al cien por cien de nuestro presente: qué sería de nosotros y de la monarquía sueca.

Apenas he podido dormir, puesto que la respuesta a esa pregunta está más cerca que nunca.

El coche negro de la familia real ya me está esperando en la entrada de mi casa. Una casa a la que empiezo a sentir como mi nuevo hogar. Me alivia sentir que estoy dejando atrás mi antigua vida: mis traumas paternales, el barrio aburrido donde crecí, lejos de la gente que acosó a Sara.

Para empezar una nueva vida tienes que dejar atrás la anterior.

Me despido de mi madre y de Sara, cuyas miradas me transmiten esperanza y miedo a la vez, tal y como me siento yo.

Con miedo y fe.

Jan Olof me saluda con una sonrisa mientras me abre la puerta del coche. Me sorprende percibir una sonrisa sincera. Puede que sea la primera vez que me trata como a un igual, y no como a alguien inferior.

Aunque quiero dejar de mover mi pierna, los nervios y la incertidumbre me lo impide. Llevo meses pidiendo algo de claridad en mi futuro, pero ahora que las nubes están tan cerca de despejarse, solo siento miedo e inseguridad.

Seguro que Wilhelm siente lo mismo. Él tampoco tiene ni idea de lo que sus padres habrán hablado con el resto de las monarquías europeas. De cuál será el nuevo plan ahora que Wilhelm es el único heredero y que todo el mundo sabe que estamos juntos.

Llegamos y el palacio me parece precioso. Solo lo había visto por televisión, pero verlo en persona y saber que es ahí donde creció el amor de tu vida, se siente diferente.

Salgo del coche y una furgoneta con periodistas dentro, esperando a que pase algo interesante en la casa real, salen disparados a fotografiarme. Sus micrófonos se pegan a mi cara, pero Jan Olof y los guardias de seguridad me protegen bastante bien.

"Simon, ¿por fin vais a oficializar vuestro noviazgo públicamente?"

"¿Visitarás a tu padre en la cárcel?"

Esas son las únicas preguntas que consigo distinguir entre un jaleo de voces que hablan a la vez. Preguntas para las que tampoco tengo respuesta ahora mismo.

Las puertas inmensas se cierran detrás de nosotros, protegiendo la intimidad de la familia real. Mientras caminamos hacia palacio, me fijo en la zona externa donde creció Wilhelm.

El palacio está rodeado de naturaleza: árboles de todos los tamaños, un amplio césped y campo cuyos límites parecen infinitos, y un hermoso lago donde se reflejan los rayos de la dorada tarde. El palacio tiene cuatro plantas y una quinta que parece el ático. Es enorme y juega con tonos naranjas en su estructura, y azules en los tejados.

Subo las escaleras de la entrada, con los nervios acelerando mi corazón y mis piernas. Jan Olof me abre la puerta.

-Adelante, Simon.

Lo que veo cuando entro me hace valorar más la humildad de Wilhelm por no reírse cuando entró a mi antigua casa por primera vez.

Los techos altos, los adornos dorados, los cuadros de antepasados reales, la amplitud del espacio, las alfombras persas protegiendo el suelo. El olor a reliquias y la sensación de estar en un museo, de pisar el suelo donde se ha escrito la historia que estudio en los libros de texto. Tanto el exterior como el interior me hacen sentir como si me hubieran invitado a vivir en una película Disney.

YOUNG ROYALS 3: EL CAPÍTULO FINALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora