18. UNA MAÑANA CON SABOR A CHOCOLATE

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Simon

-¿Qué te apetece desayunar? -le pregunto a Wilhem.

-Lo de siempre, ¿no?

-No sé, ya que nos hemos levantado antes hoy, podríamos hacer un desayuno especial.

-Vale, vamos a ver... -Wilhem abre la nevera y se pone a observar lo que hay. -Veo lo de siempre.

-A ver, déjame ver... -miro a ver qué ha comprado mi madre pero, efectivamente, veo lo de siempre. -Mi madre no es de comprar guarrerías. Siempre insiste en comer sano. -suspiro.

-¿Y esto? -Wilhem me enseña un brick de chocolate a la taza.

-¡Dios, qué rico! ¿De donde lo has sacado? -me acerco a él para coger el brick.

-De este armarito de aquí. -Wilhem señala uno de los armarios que vienen impregnados en la cocina.

-Aún no estoy acostumbrado a esta cocina. Mi madre solía guardar este chocolate en una despensa que teníamos con las cosas que no necesitan nevera. -explico.

-¿No decías que solo compraba comida sana? -me pregunta Wilhem con las cejas arqueadas.

-Y lo hace. Este chocolate lo compraba yo cuando podía salir de casa y no tenía que quedarme encerrado con el príncipe de Suecia. -me río. -Lo tomamos en situaciones especiales como un cumpleaños o una noche de viernes para celebrar el fin de semana.

-Qué guay. -comenta Wilhem. -Yo nunca he tenido tradiciones así con mi familia. Es lo malo de que te lo den todo hecho.

-Bueno, pues ya es hora de cambiar eso. -le animo. -Hoy vamos a desayunar chocolate con... -busco en la cocina para ver qué puede combinar bien con el chocolate. -¡Ya sé! Con fresas, chocolate con fresas. ¿Lo has probado alguna vez?

-No. -responde Wilhem riéndose ante mi emoción.

-Pues vas a alucinar.

-¿Pero no decías que solo era para ocasiones especiales?

-Y es una ocasión especial. No sabemos cuántas veces nos vamos a ver después del juicio. Si es que nos volvemos a ver, claro...

La expresión de Wilhem se apaga y me culpo a mi mismo por arruinar el momento.

-Aunque no hubiera juicio, estar contigo ya es una ocasión para celebrar. No hace falta esperar a que surja algo diferente. -intento arreglarlo, y por la sonrisa que se asoma en sus labios veo que lo he logrado.

Mientras Wilhem coge dos tazas, cojo las fresas y el chocolate y me encuentro con un bote pequeño de nata detrás del bote de cola cao. Le pregunto a Wilhem si le gusta y me dice que sí. Chocolate, nata, fresas, Wilhem... Qué mejor manera de empezar el día que con un buen desayuno.

Wilhem sirve una porción de chocolate adecuada al tamaño de las tazas en una cacerola para que se caliente lentamente, y le va dando vueltas con una cuchara. Mientras tanto, yo preparo un bol de fresas y el bote de nata, y voy colocando todo en la mesa.

-¿Tu madre y Sara no querrán?

-No creo. Mi madre llegaría tarde de anoche en el trabajo así que se levantará tarde, comerá algo ligero. Y Sara que se lo prepare ella si quiere.

Wilhem me mira de reojo pero prefiere no hacer comentarios ante mi actitud con Sara. No creo que me vuelva a decir nada más después de lo que me dijo ayer sobre su hermano.

Una vez que el chocolate está listo, lo servimos en las tazas, apagamos la vitrocerámica, y nos sentamos a disfrutar.

Cojo la nata y me la sirvo por encima del chocolate, haciendo círculos para que quede bonito, como si te lo sirvieran en un restaurante.

YOUNG ROYALS 3: EL CAPÍTULO FINALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora