24. HACERLO CON AMOR

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Simon

Abro los ojos como quien se despierta después de una siesta de seis horas sin saber qué hora es ni dónde está.

Me estiro en la cama y me restriego los ojos, apartando las legañas y el sueño de mis ojos.

Me doy cuenta de que estoy solo en la cama y cojo el móvil: las 14:12 de la tarde. Y poco a poco, la mala noche que he pasado inundada de recuerdos y miedos, las canciones de fondo, la conversación con mi madre... Todo me viene a la cabeza.

Me levanto, miro a Olle, Oski y Felle, y siento cómo me devuelven la mirada, aunque solo sean imaginaciones mías. Ellos, que nadan siempre en la misma burbuja, han sido testigo de la burbuja en la que Wilhem y yo hemos estado perdidos estos días, entre los recuerdos, inseguridades, pasión y vulnerabilidad compartida.

Hoy es el quinto día. Ya queda menos para que se acabe la semana, y con ella se disolverá nuestra burbuja. Sin tener ni idea de lo que vendrá después. Después de todo. Sin él.

Solo quiero disfrutar estos pocos días que nos quedan, en los que nuestra burbuja nos mantiene aún aislados de todo.

Quiero amarle, abrazarle, mirarle, cantarle, y recorrer cada rincón de su mente y de su cuerpo. Esos que aún me quedan por descubrir.

El agua fría de la ducha limpia todo rastro de los temores que me han visitado esta noche. Al menos he podido dormir, aunque haya sido con la salida del sol.

Me pregunto qué habrá estado haciendo Wilhelm toda la mañana. Es muy raro que no me haya despertado.

Bajo las escaleras y el olor a huevo frito inunda mis fosas nasales. Mis tripas rugen enfadadas, pidiendo comida.

-Buenos días, mamá. -la saludo entrando en la cocina.

-Buenas tardes, querrás decir. -me sonríe mi madre.

Me acerco a ella, le doy un beso en la mejilla, y observo con hambre lo que está preparando: arroz blanco con tomate, salchichas y huevo frito. Tengo que hacer esfuerzos para no lanzarme a devorar todo.

-Tendrás hambre, ¿eh?

-Si, me muero de hambre.

-Ya está casi todo listo. Te hemos dejado dormir porque sabemos que has pasado mala noche.

-¿Sabemos? ¿Dónde está Wilhelm? -miro alrededor, pero lo cierto es que no veo ni rastro de él, ni de su olor, ni de su voz.

-Bueno, cuando me he levantado y me he asomado a tu habitación, me he preguntado lo mismo. Luego he mirado el móvil y he visto que tenía un mensaje de Sara diciéndome que habían salido a dar una vuelta.

Mis ojos se abren más de lo normal, y la miro como si me estuviera gastando una broma.

-¿Cómo? -pregunto enfadado.

-Simon, no te lo tomes a mal. Después de tanta lluvia es normal que les haya apetecido salir a tomar el aire. Creo que a ti también te vendría bien.

-¿Pero cuánto tiempo llevan fuera? No habrán salido de la urbanización, ¿no?

-No, no, claro que no. Han llegado hace un rato. Están en una mesa del jardín jugando a las cartas.

Me asomo a la ventana, apartando un poco la cortina.

Tal y como ha dicho mi madre, están jugando a las cartas, bajo la luz del sol iluminando sus sonrisas, sus risas. Como si se conocieran de toda la vida.

Me aparto, pensativo. Sé que Wilhelm ha perdonado a Sara, pero yo, por más que quiera, no puedo hacer como si no hubiera pasado nada.

-Echaba de menos el sonido de su risa. Estaba muy apagada. -la voz de mi madre interrumpe mis pensamientos. -Me alegro tanto de que se lleven bien.

YOUNG ROYALS 3: EL CAPÍTULO FINALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora