29. ÚLTIMO DÍA

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Simon

Abrí los ojos con la sensación de no haber dormido nada. Los suaves y lentos besos de la noche anterior con Wilhelm, nuestras caricias y abrazos. Como si fueran a ser los últimos. Como si diéramos el juicio por perdido, y con él, nuestra historia.

Wilhelm, como casi siempre, ya estaba despierto. Me miraba como le miraba yo ayer mientras dormía la siesta, antes de que vinieran Rosh y Ayub. Con una mezcla de amor, admiración y la nostalgia de sentir que algo se termina, aunque lo sigamos viviendo.

Le sonrío y me acerco para darle un beso breve en los labios. Wilhem sonríe con una sonrisa que no llega a sus ojos. Me abraza, envolviendo con sus brazos mi cuello y con sus manos, mis rizos. Yo le envuelvo la espalda y le lleno el cuello de besos.

Al igual que la noche anterior, nos besamos, nos abrazamos y nos miramos sin la necesidad de decir nada. Porque, si algo hemos conseguido esta semana, ha sido, por fin, aprender a comunicarnos.

Nos hemos abierto el uno al otro, en cuerpo y alma. Ha sido un regalo poder sentirnos como adolescentes normales, aunque solo fuera por una semana. Sentir que nuestra mayor preocupación era no quitarnos las manos de encima, besarnos sin parar, tocarnos, fundirnos el uno en el otro.

Hablar hasta sentir que nos quedamos sin voz. Llorar y reír. Compartir paseos dados de la mano, noches de películas, jugar al Mario Kart. Cantarle mi canción con las estrellas y los peces de testigo. Montar en bici, jugar a juegos de mesa. La pasión entre las sábanas.

Cuando pillé a mi madre y a Wilhelm cocinando y se me enterneció el corazón, los infinitos bailes de las mariposas en mi estómago. Cuando leímos los cómics de "Heartstopper" e hicimos maratón de la serie. Las canciones de amor por la noche mientras lloraba pensando en perderle. La íntima conversación con mi madre.

Las risas con Ayub y Rosh. Cuando recreamos la escena de Olle, Oski y Felle. Incluso voy a echar de menos las discusiones. Toda esta semana, tanto lo malo como lo bueno, ha sido mágica.

Pero todo tiene un final, y no siempre tiene por qué significar algo malo. Hay finales que traen increíbles comienzos. Sin embargo, no tenía claro cómo ver este final. Porque un comienzo sin Wilhelm significaría el final de nuestra historia. Y eso nunca puede ser un buen comienzo.

Así que sí, no quería que llegara el final. No quería ver a Wilhelm entrar en el coche que vendría a recogerle y sentir que lo nuestro había terminado, como cuando le vi subirse en el coche antes de las vacaciones de Navidad. Justo después de decirme "te quiero" por primera vez.

No quería. Pero es a lo que me tenía que enfrentar ese día, y quizá por eso tardamos más de la cuenta en salir de la cama.

Los besos se fueron intensificando hasta sentir que perdíamos todo nuestro autocontrol. Sabíamos que podría ser nuestra última vez, esta vez de verdad. Por lo tanto, fuimos un poco más salvajes de lo habitual. Quizá por la frustración que sentíamos por no poder controlar la situación. Por la ira y el miedo a que todo se terminara por un estúpido vídeo y unas pastillas. Por August y el maldito juicio. Por el papel de Wilhelm como heredero. Por todo.

Más que besarnos, parecía que nos mordíamos, dejando nuestro cuello rojizo como huella de nuestros sentimientos. Nuestras manos, más que acariciarse, agarraban cada piel, como si quisiéramos arrancárnosla y quedarnos la del otro como recuerdo de lo que jamás podremos volver a tocar.

Nos olíamos como un perro que huele la comida de la mesa, esperando que se caiga un trozo al suelo para poder comérselo. Solo que nosotros nos podíamos comer cada rastro del aroma personal de nuestra piel. Lo que olíamos, como la curva de nuestro cuello, lo recorríamos con la lengua después.

YOUNG ROYALS 3: EL CAPÍTULO FINALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora