42. EPÍLOGO 1

951 55 37
                                    

VERANO

Simon

Puede que Wilhelm esté acostumbrado a este tipo de lujos, pero no puedo fingir que mi vida ha sido más bien sencilla, sin demasiados privilegios, pero feliz.

Desde que pasé a formar parte de la familia real, todo el mundo me habla y me sonríe con toda la educación y el respeto del mundo. Que pena que eso solo ocurra cuando tu estatus social sube de nivel.

Además de acostumbrarme a que me llamen "alteza", a que hagan una pequeña reverencia ante mí, y a ir acompañado de guardaespaldas, ahora tengo que fingir que pasar el verano en un crucero privado, navegando por la costa italiana, es lo más normal para mí.

Pero no lo es. Eso sí, he de confesar que no me ha costado nada adaptarme a mi nueva vida como futuro rey de Suecia. No me puedo quejar.

Supongo que los sacrificios los notaré más en el futuro, cuando no me pueda dedicar a la música, o nuestra vida se limite a asistir a eventos oficiales, viajes y reuniones aburridas.

Esta mañana, el barco nos ha dejado en Cinque Terre, el rincón italiano donde se inspiró la película de Pixar, "Luca". Antes de saber lo que iba a pasar en el juicio, en aquella semana mágica en mi casa, Wilhelm me prometió que en verano me llevaría a probar la pasta italiana. Obviamente, yo no me lo creí, pero él supo tener más fe que yo.

-Te prometo que, después de esta cena, no volverás a comer la pasta con kétchup. -me asegura Wilhelm.

Enrollo los espaguetis en mi tenedor, con la salsa de tomate natural, el queso derretido y el orégano como compañía. Nada más meterme el tenedor en la boca, el sabor es tan exquisito que cierro los ojos para concentrarme más en la sensación deliciosa que invade mis sentidos.

Cuando abro los ojos, Wilhelm me está mirando con una ceja arqueada y con cara de "te lo dije".

-Prometo no volver a comer la pasta con kétchup. -aseguro.

-Te lo dije. -responde Wilhelm, guiñándome un ojo y con una sonrisa pícara que me provoca cosquillas en el estómago.

Está más guapo que nunca, no porque antes no lo fuera, si no porque, esta vez, su expresión va acompañada de felicidad pura. Y, cuando uno es feliz, se nota.

Aunque la monarquía británica es la más famosa del mundo, la monarquía sueca le pisa los talones. Igual es porque yo también estoy feliz, pero siento que, gracias al paso que hemos dado, la sociedad tiene esperanzas de un futuro con más amor, y menos odio.

Debido a nuestra fama, los camareros italianos nos han pedido hacernos una foto para enmarcarla en su pared. "Las leyendas suecas estuvieron aquí", nos dijeron que pondrían.

Para tener más intimidad, nos han puesto en un rincón apartado del resto de los clientes. Es un rincón tan cerca del mar que hasta nos llegan las gotas salpicadas del choque de las olas contra las rocas.

El olor a agua salada, a verano, a pasta italiana, y a libertad de estar con el amor de mi vida, me provocan un sentimiento de felicidad incomparable.

La luz del atardecer sobre el mar te hace sentir que un tsunami de fuego se acerca a lo lejos, pero no, es simplemente la belleza de la naturaleza.

-¿Sabes una cosa? -me pregunta Wilhelm.

-Cuéntame.

-Siempre que pensaba en cómo pedirte matrimonio, me imaginaba un paisaje así de fondo. Y ya nunca lo voy a poder hacer.

-¿Por qué no?

-Porque, por si no te habías dado cuenta, en el momento en el que ganamos las elecciones, bueno... Ya nos comprometimos. Para reinar juntos tenemos que casarnos.

YOUNG ROYALS 3: EL CAPÍTULO FINALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora