Capítulo 7

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ENOK

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ENOK.

Regresé a mi escritorio luego de que la ama de llaves le diera un par de medicamentos a Melanka y una bolsa de agua caliente, enviándola a dormir, la mujer me dijo estrictamente que son esos días en los que no debería molestarla porque su cuerpo está pasando por muchos cambios y es mejor que la deje descansar porque no pegó un ojo anoche por los cólicos, dijo que es por esta razón que las sirvientas se toman una semana al mes.

Sería difícil trabajar tanto cuando te sientes mal.

Dijo.

— Joder... y yo que quería ignorarlo.

Rodé los ojos y tomé el puto móvil, marcándole a Nilak, este imbécil no quiso contestar las tres primeras veces, pero a la cuarta, afortunadamente contestó, porque si no lo hacía, iría a molestarlo a su casa, después de todo, vive en el terreno contiguo un par de kilómetros más allá.

— ¿Qué quieres, Enok? Creí haber sido claro, necesito tiempo, y mis hermanos tampoco irán, así que búscate un reemplazo mientras tanto.

Sí que está molesto, debí sobrepasarme esta vez.

— Nilak... — suspiré— sé que estás molesto ahora, pero necesito que al menos Nero venga aquí, es Melanka.

— Deberías dejar que la pobre chica se quede conmigo, tú no haces más que usarla para satisfacer tu aburrimiento, la tomas y la dejas dónde quieres ¿Cómo se te ocurre enviarla con un escuadrón? Ni por muy capaz que ella sea, veinte hombres eran demasiado, Enok ¿En qué estabas pensando? ¿Qué le hiciste ahora?

Apreté los dientes.

La verdad... no pensé en las consecuencias, yo le di a escoger, ella quiso ir al escuadrón, yo le advertí, le di la posibilidad de quedarse dentro del castillo, no fue mi culpa.

— Melanka... a ella le llegó su periodo y no sabía lo que eso significaba, lo está pasando mal y creo que es mi culpa, entonces, hablé con la ama de llaves y la instruyó sobre el asunto, pero creo que se sentiría más a gusto si una mujer de su agrado le habla del tema y por eso necesita a Nero, o no lo sé, no sé qué hacer en esta situación, no entiendo la expresión que tiene en el rostro, no sé qué le pasa.

Escuché un largo suspiro provenir de él.

— ¿No has revisado tus tarjetas? Eso podría ayudarte a descifrar qué le pasa ¿Lo intentaste?

Me avergüenza usar las tarjetas que mi madre me hizo hace tantos años, pero él tiene razón, las guardé por una razón, para situaciones como esta.

— Haber... dame un momento.

Solté el móvil, dejando el altavoz puesto, y abrí el ultimo cajón de mi escritorio, tomando las tarjetas grandes que mi madre hizo, están un poco desgastadas y dobladas en la punta, pero todavía funcionan. Las acomodé sobre la superficie de madera y observé cada una con detenimiento, buscando la que mejor se identifique con la rubia sorda.

Conquistando al desastre +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora