Capítulo 1

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MELANKA

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MELANKA.

Alguien me dijo una vez a modo de burla que, una jaula de oro, sigue siendo una jaula y en ese entonces, no lo entendí, era una niña, tenía apenas doce años, pero ahora sí que lo entiendo bien.

Mi jaula no es de oro, está oxidada y húmeda, no hay una sola manta para cubrirme del frío, menos una colcha dónde dormir, y por lo general está sucia, pero la puerta siempre está abierta, una burla, porque, por más que quiera, no voy a poder escapar, siempre estoy con las cadenas puestas, siempre con el collar y las esposas unidas a una gruesa y pesada cadena lo suficientemente corta para forzarme a mantener los brazos flectados todo el tiempo, tirarme en el piso es la única manera de descansar un poco el cuerpo, y por más que quiera salir, las cadenas siempre están sujetas al piso.

Siempre con la puerta abierta, pero siempre atrapada, siempre usada, siempre... nada.

- Vaya, Melanka, hoy estás demasiado tranquila ¿Aprendiste la lección?

Miré a mi carcelero con la mayor calma que mis ganas de arrancarle la garganta me permitieron, llevo tres días sin comer, le arranqué la oreja al bastardo que intentó abusar de mí y me golpearon hasta el cansancio por eso.

En mi defensa, no fue una orden, nadie me dijo que me quedara quieta, él lo hizo porque sí, lo hizo porque le dio la gana, no era mi amo ni mi cliente, por lo tanto, no tenía por qué permitírselo, así que lo hice pagar.

- Si hablaras o dieras indicios de que me entiendes al menos, esto sería más fácil, pero no, siempre te han gustado las cosas difíciles.

Entrando a mi jaula, mirándome con sorna y falsa lastima, chasqueando la lengua repetidas veces mientras niega, cruzándose de brazos.

- Viene un cliente hoy y necesito que te comportes - mirándome de pies a cabeza, sigo en el piso, estoy cansada y dolorida- Te traerán agua para que te limpies, nadie quiere una mierda patética y sucia para follar.

Lentamente me incorporé, sentándome en el piso, asintiendo.

Es una orden, tengo que obedecer, las ordenes se obedecen siempre.

- Y al caer la noche, es la subasta, más te vale captar la atención de alguien, no me has dado dinero en dos semanas por tu horrible aspecto.

Si te golpean, te privan los baños y te alimentan poco, hasta la más bonita se ve de la mierda, eso es algo obvio.

Asentí de nuevo, intentando parecer tranquila y servicial, si el amo pide, el esclavo concede, así me educaron.

- Y no vuelvas a hacer una de tus escenas o esta vez sí que voy a golpearte con la intención de romperte todos los huesos.

Sí, así me educaron, pero en ocasiones me gusta revelarme, si no lo hiciera, caería en la monotonía.

¿Cómo podría divertirme yo si no salgo un poco de lo común? Seguir las reglas es aburrido, tampoco me gustan los castigos, pero sirve para sentir algo más que desesperanza y ganas de golpearme la cabeza contra el piso para dejar este mundo sórdido y poco alentador.

Conquistando al desastre +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora