Capítulo 31

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MELANKA

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MELANKA.

Tengo que calmarme, primero tengo que calmarme, las cosas no son cómo en esa casa, no es Lucas, no tengo que aguantar, no tengo que dejarlo violentarme, ya no tengo que aguantar nada de eso, tengo que recordar quién soy, debo recordar quién era, lo que hacía.

Soy parte de los Kinahan.

Soy Melanka, pronto una Andreeva, pronto una Kavanagh.

Soy un desastre increíblemente violento.

Soy la niña de la selva de Enok.

Soy imparable.

— Bien, mierda, no voy a volver a llorar — descubriéndome los oídos, poniéndome de pie de un salto— No necesito que nadie me salve, no necesito llamar a nadie — yendo hacia las maletas de mi hombre, están repletas de armas, puedo encargarme por mi cuenta— Voy a hacer un escandalo de tal magnitud que no les quedarán ganas de joderme la existencia otra vez.

Tomando la Kashtan que parece estar haciéndome ojitos entre tanta arma, saboreando el peso, deleitándome con el peso de la metralleta entre mis manos, metiéndole balas, observando de reojo cómo el mueble chirrea provocado por el aporreo de la puerta, la abrirán en poco tiempo, y aquí voy a estar esperándolos.

— Adelante, perras — abriendo la ventana, tomando asiento en el marco— Tengo mi bonita Kashtan en modo ráfaga para hacerlos mierda, y un montón de balas con su nombre.

Preparando dos cartuchos de 30 a mi lado, no van a tomarme desprevenida, ni me voy a contener, esto lo aprovecharé para dar un mensaje a ese Boss que me mira cómo si yo fuera a ser su próxima perra, y yo no seré la perra de nadie nunca más.

Tres minutos después el mueble perdió dos patas y debido a la fuerza de arrastre, se partió en dos y terminó en el piso, destruido, pisoteado por siete sujetos que entraron al cuarto con el rostro rojo por el esfuerzo, repasando la habitación con la excitación escrita en cada uno de sus rostros.

— ¡Sorpresa!

Ni siquiera dudé en apretar el gatillo y mover la Kashtan con la intención de darle a cada uno de ellos, procurando apuntarle también a la fortaleza de cristal oscuro tras ellos, con la intención de hacer la mayor cantidad de ruido posible, cambiando el cartucho cuando se me acabaron las balas, viendo a dos de los siete que aún viven, con toda intención de arrancar y salvar sus patéticas existencias.

— No, hoy no me siento benevolente.

Saltando fuera del marco de la ventana hasta el piso, colocándome un cargador al hombro, abandonando el cuarto con rapidez hasta pillármelos en el pasillo, asegurándome de dispararles desde los pies hasta la cabeza, que sintieran dolor, que me temieran, y luego, eventualmente que murieran.

Ni siquiera tuve oportunidad de volver a la habitación, cuando los Kinahan aparecieron en mi visual, agitados y con sus armas en mano, buscando el peligro, mirando con asombro y con miedo el lugar dónde estoy de pie, sobre uno de los rusos que acabo de matar, quedo más alta y evito el charco de sangre que se hace más grande a medida que avanzan los minutos.

Conquistando al desastre +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora