Capítulo 6

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ENOK.

Encendí un puro y apoyé la cadera en mi escritorio para ver la carnicería, si Melanka vive tendrá que ganarse su lugar cómo todo el resto en este castillo sin excepción, está más que comprobado que cómo sirvienta se moriría de hambre, cómo cocinera no duraría un día porque, o se le quema lo que prepara, o se come lo que sobrevive, cómo cuidadora de ganado, tampoco sirve, porque le dan pena los animales y los deja libres, y cómo jardinera... bueno, deja bastante que desear, sus habilidades para áreas más domesticas son nulas, y si no la pongo a hacer algo en lo que Nilak termina los preparativos para enviarle el regalo al coronel estadounidense, terminaré dándole un tiro para librarme de tener que oír a la ama de llaves quejarse, otra vez, de que la niña nueva es una completa inútil.

Quizá hice esto para cumplir mi promesa con Nilak y no matarla con mis propias manos, sino qué, dejaré que otro se las ensucie por mí y ya podré culparlo después, dejando que Nilak los descuartice por matar a la niña a la que todos los Andreeva le tomaron cariño, son todos unos idiotas que no se dan cuenta en la clase de mundo en el que vivimos, te comen o te los comes, no hay otra salida, y si hay que matar para abrirse camino, pues que así sea.

Melanka movió la cabeza hacia los lados, mirando el techo para apartarse el cabello de la cara, gruñendo a la vez, supongo que se le están clavando los pequeños dientes alrededor de su cuello y muñecas, la cadena que une los grilletes es demasiado corta, lleva los brazos flectados y no puedo imaginar cómo es que llevará a cabo la tarea, no puedo imaginar cómo sobrevivió usando eso día y noche, encerrada en un fría jaula pestilente, no entiendo cómo no se ha quitado la vida todavía, yo lo hubiese hecho.

— Venga — animó a los sujetos— No le tengo miedo a un par de idiotas con mucha confianza en sí mismo.

A decir verdad, no sé ve asustada... otra vez, parece entusiasmada, tanto, que ni siquiera se dio cuenta de que la bata se movió de su sitio, dejando ver uno de sus pechos cubierto por el fino encaje del brasier rosa pastel y blanco que está usando, el frío matutino y su escasa vestimenta irguió su pezón, lleva muy poca ropa y eso distrae a mis hombres, más interesados en ver la lechosa piel de la sorda en vez de llevar a cabo la tarea que les pedí, matarla.

— Si suplicas un poco, te dejaré vivir, pero le diré a la ama de llaves que te designe las peores tareas dentro del castillo, esas que nadie quiere hacer.

Dije con sorna, dándole una calada profunda al puro, viendo su mirada afilada apuntar hacia mí.

— Decir por favor o suplicar son dos cosas que no saldrán de mi boca, son basura, nadie se detuvo cuando lo intenté, nadie jamás tendrá piedad de algo cómo yo, así que no, gracias, me ganaré mi lugar cómo es debido, así usted no podrá retractarse de sus palabras.

Movió su hombro en círculos y hacia atrás, no entendí lo que estaba haciendo hasta dejar por completo al descubierto sus pechos, el par de idiotas que traje para la ocasión relajaron el cuerpo y miraron a la rubia que se contornea caminando hacia ellos con una sonrisa tan pícara que se me puso dura la polla de sólo imaginar lo que debe saber hacer con ese cuerpo suyo.

Conquistando al desastre +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora