Capítulo 30

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MELANKA

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MELANKA.

Relajé los brazos de la sorpresa, Nilak ni siquiera tuvo que contenerme por más tiempo para que no golpeara a su invitada, es más, la boca podría llegarle al suelo de lo abierta que la tenía por la sorpresa, Enok en cambio tenía unos ojos gigantes y las cejas muy levantadas, único indicio de sorpresa en ese rostro exquisito suyo.

— Eh... yo... de todas maneras estoy casada — balbucee. Normalmente se le lanzan cómo hienas hambrientas a él, no sé cómo actuar cuando se me lanzan a mí— Y no nos gusta meter a otras personas en nuestra relación.

— Una lástima —dijo ella, muy cómoda bajo mi peso, apoyando sus manos en mis muslos— Pero mi ofrecimiento sigue abierto para cuando quieras experimentar, te daré unos buenos orgasmos, no vas a arrepentirte.

— Soy bisexual, he tenido sexo con chicas —le aclaré por si cree que me estoy perdiendo la experiencia de mi vida— Y suelo ser la de arriba, así que tú y yo no congeniaríamos.

— Bueno, nunca está de más aprender nuevas experiencias, de seguro te haría disfrutar bastante...

Me sobresalté al sentir sus manos deslizarse sobre mis muslos, más arriba, en dirección a mi culo, hice el ademán de acercar mis propias manos para apartarla cuando fui levantada por debajo de mis brazos, parándome sobre mis pies otra vez, Enok frunce el ceño en profundidad, dando un paso más cerca de esa rusa de las propuestas indecentes.

Buena compañera de cama se buscó Nilak, de seguro no se aburre con ella, se ve creativa.

— Vuelve a invitar a mi esposa a tu cama, o a tocarla con dobles intenciones, y Nilak se quedará sin su polvo ruso ¿Entendido?

No le dio tiempo de responder cuando mi no esposo me tomó de la mano, prácticamente arrastrándome fuera del pasillo en dirección a las escaleras, echo una furia.

— Enok, no todos tenemos las piernas tan largas cómo tú.

Protesté intentando seguirle el paso, corriendo tras él.

— Mierda — deteniéndose de forma abrupta, gracias a eso, choqué con su espalda, dañándome la nariz en el proceso— Lo lamento por eso — girándose para mirarme mientras me sobo la nariz— Olvido tus piernas cortas y... todo tu tamaño — señalándome— En formato miniatura.

— No iba a acostarme con ella, no era necesaria esa amenaza.

Se encogió de hombros.

— Me importa una mierda, de todas maneras, debo marcar territorio.

Tomando mi mano con seguridad otra vez, comenzando a caminar, pero esta vez a una velocidad que yo puedo manejar.

— Me duele la nariz... ¿No me esta sangrando? Tienes la espalda muy dura.

— He hecho boxeo estos años — explicó— Y no, no estás sangrando.

Al menos mi nariz sigue entera.

Conquistando al desastre +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora