Capítulo 23

2.8K 278 261
                                    

ENOK

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

ENOK.

Me pasee de un lado a otro dentro de mi despacho, nervioso, ahora sé reconocer qué significan los cosquilleos, el sudor, frío, el temblor en mis manos, lo extraño que se siente mi estómago, eso es estar nervioso y yo lo estoy desde que armé todo un plan para ir a secuestrar a Melanka si era necesario para traerla aquí conmigo, no quería vivir ni un solo día más sin esa sorda molesta, mi palo con tetas, esa... muda selectiva de mierda que hace que todo lo que esté a su alrededor se convierta en un desastre, ella es mí princesa del caos, la reina de todo y de nada.

Ella es mí mujer y no permitiré que nadie vuelva a arrebatármela.

— Cariño, harás agujeros en el piso si sigues paseándote así, está en el castillo, ya vendrá, deja que digiera la noticia de Nilak primero.

Me recordó mi madre quien no se ha ido desde que la llamé, llegó aquí en el primer vuelo en compañía de mi papá, ambos me han ayudado muchísimo para entender sobre las emociones, cómo relacionarme con el mundo, cómo amar y cómo reconocer señales.

Mamá dice que de pequeño me negué completamente a conectar con el mundo, no me interesaba, las únicas personas a las que quería, ellos y los Andreeva, me entendían y no sentí necesario cambiar por ellos, estaban acostumbrados a mi actitud tosca y distante, pero ahora tengo un motivo, uno muy bueno para aprender, uno con dos ojos, una nariz, una maraña de pelo impeinable que ya no tiene y que extraño, una que no tiene idea de modales y se saca la ropa dónde le apetece, una que se come todo lo que ve con las manos...

Es mi niña de la selva, salvaje y todo me tiene vuelto loco, no pude sacármela de la cabeza en años.

Tiene que ser mía cueste lo que me cueste... aunque espero y sea por las buenas, porque quiero que ella sea tan feliz conmigo, cómo yo lo soy cuando la tengo cerca.

— Hijo, ven aquí, siéntate, acompañanos con el té — pidió mi padre, señalando el sofá frente a ellos, las tazas y la tetera en la mesa ratona negra entre nosotros, galletas de todos los sabores para acompañar, todo pensado para mi princesa del caos que adora los dulces— Saldrá todo bien, ella vino aquí por su propia voluntad, no la obligaste, hiciste bien en preguntarle... porque le preguntaste ¿No?

— Por supuesto que lo hice — me ofendí, tomando asiento frente a ellos— Quizá no se lo dije en un tono muy relajado cómo lo practiqué, fui tosco... y hasta sonó cómo si me importara una mierda si venía conmigo o no, pero ella se puso feliz, así que... supongo que vino por su voluntad.

— No se dicen groserías en la mesa, Enok, lo hablamos.

Me regañó mi madre.

— Mamá, esta es mi casa. Mi casa, mis reglas, mi gente ¿Cómo van a respetarme si no maldigo y los atemorizo a diario?

— Pero aquí no hay nadie más que nosotros, señorito, compórtate.

Sirviéndome una taza de té, con una advertencia en la mirada, me lo bebo o... o algo malo pasará, conozco esa mirada de mujer menopaúsica que quiere poner límites.

Conquistando al desastre +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora