Capítulo 18

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MELANKA.

El camino se hizo extremadamente corto, siempre es así cuando no quieres llegar a ciertos lugares, y eso que inclusive tuvimos que quedarnos más tiempo de lo normal en el aire, había una tormenta de nieve terrible, las turbulencias hicieron que se me pusiera la piel verde y vomité varias veces, por el miedo a volar, y porque no tenía a Enok aquí, mi escudo, mi protector, mi hombre... pero estaba a varios kilómetros de distancia.

Al salir del baño del avión, Liam me esperaba medio sonriente, no se ve tan feliz, pero aquí estaba, esperando por mí, estirando su mano para sujetar la mía.

— Vamos al asiento, me da miedo que el avión haga un movimiento brusco y te lastimes.

Dándome un apretón amistoso.

— No soy tan débil como crees, si me lastimo, sano rápido.

— Es que no tienes que lastimarte, Melanka, eres mi hermanita, acabo de encontrarte, y el deber del mayor es cuidar de sus hermanos menores. Tenemos que recuperar muchos años contigo.

Sonriéndome sincero.

Esa calidez se instaló en mi pecho, pero... no fue suficiente para derretir el frío.

Aún así le sonreí débil, siguiéndolo de regreso a los asientos, tomando mi lugar junto a Oliver, quien se abrazó a mí de inmediato, distrayéndome con la película que estaban pasando por la pantalla frente a su puesto, todos teníamos una mini televisión en frente, pero no sabría que ver, nunca tuve televisión, y cuando estaba con Enok... pues hacíamos otras cosas.

Al llegar a tierra firme por fin, me lancé sobre la espalda de Liam sin pensarlo, había demasiada nieve aquí, cae en gruesos copos desde el cielo, y temo por la integridad de mi cuerpo, este ni siquiera se inmutó, me sostuvo por las piernas y caminó conmigo a cuestas hasta el auto que nos esperaba, llegamos bastante entrada la noche, de madrugada, lo cual hace más tétrico el paisaje.

— ¿Le temes a la nieve, Melanka?

Preguntó mi padre sentado frente a mí dentro del auto, asientos paralelos de cuero con olor a nuevo, un auto espacioso y cómodo, oscuro, con botellas de tragos y dulces repartidos por las paredes, se ve todo tan lujoso, tan caro, que parezco fuera de lugar.

— Sí, desde siempre, me aterra. Y al parecer también me aterra volar.

— Tranquila, lo superaremos.

Dándome palmaditas tranquilizadoras, como si eso fuese a ayudarme de algo.

La casa a la que llegamos era bastante grande, de tres pisos, roja con techo azul, un porche espacioso y una casa de perro vacía en la esquina, hay chimeneas, por lo que puedo ver, seis ventanas en el frente, y... no logré ver más, demasiada nieve, supongo que por la mañana se verá mejor... o eso quiero creer.

Conquistando al desastre +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora