Capítulo 12

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ENOK

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ENOK.

Siete minutos después de haberlas llamado, estaban arrodilladas frente a mí, perfectamente alineadas en filas paralelas, la cabeza baja, temblando ligeramente, incluso movieron la mesa hacia la pared para que todas pudieran caer ordenadamente.

La ama de llaves lleva las manos entrelazadas y pegadas a su regazo, permanece de pie tras todas las sirvientas, es su responsabilidad que estas perras tengan un mal comportamiento, ya veré cómo la castigo a ella también.

— ¿Te molesta si te mato a un par? Me pican las manos por matar a las que miraron mal a mi rubia.

Dijo con los ojos más grandes de lo que recuerdo, y eso que esta tiene dos líneas cómo ojos, y si se ríe, no ve, debe estar furiosa con ellas para haberse levantado tan temprano sólo para ponerlas en su lugar.

— Adelante, comienza.

Dando un paso atrás, tomando una silla, sentándome al revés, cargando los antebrazos en el respaldo para observar mejor el espectáculo, estoy un poco cansado luego de la nochecita agitada que tuve, dejaré que Nero se entretenga un poco antes de que me toque a mí.

— Bueno, quizá no tienen idea de por qué están aquí tan temprano y no haciendo sus labores — comenzó a decir la asiática con ojos— Bueno, no las hago sobre pensar más, unas están aquí por su comportamiento con Melanka, y las otras que son inocentes de momento, están aquí para recibir una advertencia de lo que les va a pasar si se meten con la rubia otra vez.

El chasquido del arma cortó la respiración de varias, luego la sangre manchó mi piso, Nero atravesó la sien de una sirvienta sin parpadear, mirando mal a las que intentaron apartarse, pateando en la cara a la que tuvo la osadía de levantarse, enviándola a piso otra vez.

— Quédate justo dónde estás, que tengo asuntos que arreglar contigo, no se me ha olvidado tu rostro.

Metiéndole la pistola en la boca antes de dejarla excusarse y la mató.

Por eso me cae bien Nero, será chica, pero tiene ovarios, es incluso mejor que varios de mis hombres, y es una persona fiel, confío a ojos cerrados en todos los Andreeva.

— Me falta una más ¿Donde...?

Hizo una vista panorámica de todas las mucamas que lloran y rezan arrodilladas a su alrededor, todas rezan para no ser la siguiente, pero, yo digo, el que nada hace, nada teme, si no le hicieron nada a Melanka, no tendrían por qué temer ¿O estoy equivocado?

— Tú.

Dijo Nero, abriéndose paso entre la multitud, empujando a las sirvientas sin cuidado alguno para probar su punto, ellas no le interesan, son reemplazables y deben conocer su lugar.

— Tú despreciaste a la rubia también, y eso no te lo voy a permitir. Te veo en el infierno.

Disparándole en la frente, matándola en segundos.

Conquistando al desastre +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora