Capítulo 25

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MELANKA

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MELANKA.

El ambiente está tenso, nadie habla ni toca la comida, probablemente los Bennet piensen que la comida tiene algo, y los Andreeva junto con Enok no deseen compartir nada con ellos, no me sorprendería, se odian, siempre se han odiado, y no es cómo si fueran a cambiar de parecer de la noche a la mañana.

Y yo que tengo tanta hambre... así no puedo comer...

Enok y yo encabezamos la mesa, me sorprendí al ver la silla extra junto al lugar que era suyo, de hecho, la mesa sigue siendo tan extensa cómo antes, pero más ancha, así, ambos quedaríamos muy cómodos en la cabecera, ese fue un bonito gesto. Lo inquietante es la posición de los Andreeva, Nilak, Neil, Nash y Nero se despliegan frente a mí, siendo Nilak quien está más cerca, Y frente a mi hombre, se despliega mi familia, mi padre primero, mi madrastra, Liam, Noah y Oliver, todos tensos, firmes, con las manos cerradas en puño sobre la mesa, observando sus alrededores en busca de amenazas, una familia de militares atenta.

No me sorprendería que Enok nos haya sentado así para que estuviese más lejos de ellos.

— ¿Podemos sólo comer? Es un desayuno normal cómo cualquier otro —me quejé— Charlie ya comenzó, yo también quiero comenzar.

Señalando al niño sentado en mi regazo, bebiendo leche de mi pecho, él no perdona la leche de mami, le encanta, pero ya está demasiado grande, tendré que quitársela en algún momento y no estoy lista para perder este momento de Charlie y mamá.

— ¿Qué le pusiste a la comida?

Preguntó directamente mi padre, confirmando mis sospechas, mirando despectivo al Capo a mi lado que ni siquiera se inmutó, es más, lo ignoró y dio una orden silenciosa para que sirvieran el café, haciendo que las sirvientas comenzaran con la parafernalia del desayuno, y debo decir que esta mañana hay más de las que solía haber, Enok está enseñándolo todo, quiere mostrar todo lo que tiene el bastardo presuntuoso.

Y ese es uno de sus encantos.

— Si quieres morirte de hambre, a mí no me interesa, es más, nos harías un favor a todos.

Le respondió mi hombre luego de beber un sorbo de café.

— Enok.

Fruncí el ceño, llamándolo cómo una advertencia, tampoco me gusta que sea así de despectivo.

— ¿Qué? No me interesa, mujer, no puede importarme menos la vida de este hombre.

Señalando a mi padre con desdén, dándole otro sorbo a su café.

— El sentimiento es mutuo — respondió papá— Si Melanka no estuviese en medio, hace mucho te hubiese encerrado, y no hubiese movido un solo dedo para asegurar que sigas respirando. Una escoria cómo tú, no debería vivir en este mundo.

— ¡Papá!

Me quejé, mirándolo mal.

— Es un delincuente, Melanka, no entiendo qué demonios haces aquí, vámonos a casa, tú no perteneces aquí.

Conquistando al desastre +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora