Minutos

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Pequeños y cortos flashbacks inundaban una mente que, se supone, debia encontrarse perfectamente equilibrada.

- ¡No te rindas, Shen!

Un niño de cabellos blancos como la nieve y ojos carmesí huía de un pelinegro, en una hermosa pradera. Su risa inundaba gran parte del lugar y podía observar su perfil desde la distancia donde en efecto le perseguía.

- ¡No soy tan rapido como tú! ¡Todos saben eso!

El pequeño albino soltó unas risitas, deteniendose al oir las palabras de su depredador, causando que el pelinegro eventualmente se tropezara junto a él y cayesen ambos en el verde pasto.

Entre risas, Zed en su inocencia le dijo:

- Entonces todos los dias esfuerzate, un poco más.

A lo que el, asintiendo y ofreciendo su mano para levantarle respondió:

- Así será.

♪ Minutos
Son la morgue del tiempo
Cadáveres de momentos
Que no vuelven jamás
No hay reloj que de vuelta hacia atrás ♪

Un leve humo salió de los labios del sujeto quien, cerrando sus ojos y apoyandose en sus rodillas, aún de piernas cruzadas sobre el pasto, exhaló.

- ¿Que te puede estar sucediendo, Zed? – Susurró así para si mismo. Preocupado no por la situación del albino, sino por la inquietud que expresaban los espiritus.

Shen había aprendido en sus 28 años que cuando éstos tipos de recuerdos venían a su mente, era porque los espiritus intentaban advertirle algo. Algo sobre Zed...

El problema radicaba en que si lograba sentirlo entonces siginificaba que ya era demasiado tarde para evitarlo o combatirlo. Zed siempre era más rapido, siempre lo fué.

Siempre habían pasado sus vidas huyendo, el uno del otro. Incluso cuando eran unos niños incapaces de ver lo que se vendría para ambos en un futuro.

Zed huía de Shen y Shen, siempre intentaba alcanzarlo.

Pero falló, en el misero intento de no dejarlo caer en su propia grandeza cegado por un deseo de poder superior. Incluso cuando Shen siempre le recordó lo increible que era, sin importar si se hería a si mismo al no verse suficiente para las expectativas de su padre.

Nada ni nadie cambiaría la mentalidad del más joven de ambos, porque ante sus ojos, cuando necesitaba que lo reconocieran, sólo lo menospreciaron.

Incluido si mismo.

Justo en ese momento, mientras la orden Kinkou ardía bajo los pies de Zed.

- ¿Vendrás conmigo, Shen? – Un par de ojos llorosos se dilucidaban entre las ranuras del yelmo que ahora portaba su antiguo compañero. - Se libre, no sirvas a una causa que sólo limita tu verdadero poder. Ven conmigo, - Pausó, intentando recuperar su aliento. – por favor...

El joven Shen sintió como sus ojos, nublados por el llanto y la ira, se posaban sobre Zed una vez más: Torax subiendo y bajando agitado, una temblorosa mano tendida hacia él, humo saliendo de las rendijas donde se supone se localizaba la boca del albino.

CONSTELACIONES  [Kayn x Rhaast] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora