Capítulo 33.

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Su plato estaba que se caía de sus manos, la cara la llevaba manchada de salsa barbacoa y su felicidad de comer tanto ese día lo estaba haciendo hasta reírse a carcajadas.

Bachira parecía un pequeño niño de 5 años que todavía no tenía cuidado al comer, Emily lo miró con atención y su silencio le demostró a su hermano mellizo que ella tenía ganas de limpiar aquél rostro.

Sus ojos se pusieron blancos, no podía negarse a que ella intentara ser la madre de cada uno pero odiaba tener que compartirla... ¿Dónde se había metido su ángel de cabellos castaños y trasero esponjosamente lindo?

El reloj marcaba las 12:40Pm del medio día y los chicos estaban disfrutando de su deliciosa parrillada en la piscina.

Después de tantas presiones realmente infernales dentro de Blue Lock, haber obtenido domingos libres les era la total gloria.

—¿Estás seguro que vas a comerte todo eso? Es la segunda vez que llenas tu plato —Bachira rió ligeramente, Emily lo había ayudado a limpiarse y para Nagi ver aquello, lo hizo mantener un gesto de total resentimiento sin poder quejarse de que su chica estuviera dándole su atención a otro— Te va a doler la panza...

—No te preocupes, mi estómago de hierro aguantará ésto, ¡Está muy rico!

—¿Sucedió algo en tu salida de ésta mañana? —Emily no le dió mirada alguna, había suficiente carne preparada para que los chicos pudieran comer así que tomando la mano de su hermano mellizo, lo llevó en dirección a la sala de estar. Dejando a un feliz Bachira caminar hasta dónde Reo y Chigiri se encontraban disfrutando de su almuerzo— ¿Ese idiota hizo algo malo?

—Ryusei se portó lindo, hermano mayor...

—No estoy hablando de él.

Se sentaron sobre el sofá y lo primero que hizo fué trepar sobre sus piernas, ella se sintió algo agotada y el medicamento que había consumido hace unos minutos atrás, la llevaron a querer dormir un rato.

Emily sabía que consumir esos medicamentos la ayudaban inmensamente pero también le robaban la energía que tanto le gustaba dar en sus labores.

Barou acarició suavemente su cabeza, sabía que era hora de que su dulce tesoro descansara así que por los momentos, haría que tomara una siesta en lo que su dulce compañía, llegaba a casa.

—Nagi sabe sobre Ryusei... ¿Por qué no me dijiste?

—Crei que él te lo había dicho, ha estado centrado en sus entrenamientos así que supuse que después de lo insoportable que se puso al enterarse de que ese tipo era S.R... Me llevó a un punto en donde creí que tú y él lo habían hablado.

—Creo que Nagi y yo tenemos muchas diferencias —Barou bajó su mirada, ella tenía las mejillas teñidas en carmesí y no le sorprendía que actuara de forma tan consentida. Ella lo era todo, no podía mostrarle desinterés, mucho menos sabiendo que era su otra mitad y saber que el chico que le gustaba no estaba comportandose como debía... Lo estaba haciendo molestar más de lo que ya se sentía— Tengo miedo de cometer otro error...

—No quiero sonar aguafiestas, no quiero herirte y mucho menos obligarte a que no sigas dejando que él se acerque —a Emily se le llenaron los ojos de lágrimas, un pequeño puchero se dibujó en sus labios y la reacción de Barou fué gruñir en frustración. Sus grandes brazos la rodearon y se negó rotundamente en ver a su hermanita llorar por un maldito inmaduro que ni siquiera sabía lo grandioso que era su lado más dulce y sumamente encantador— Por Dios... No llores, no hagas ésto más difícil porque me hierve la sangre de verte llorar por alguien que no vale la pena.

Crónicas de un futbolista. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora