7. Amigos

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Jade Jhonson

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Jade Jhonson.

Silencio, todo es silencio a excepción del pequeño sonido de una página al ser pasada, eso quiere decir que Eda está en la sala, bajo la mirada al perro de Andrew que menea su cola de lado a lado, con mi dedo le indico que haga silencio y después de tomar una profunda respiración para retener el aliento, doy unos pasos apresurados.

Por un breve instante, le agradezco a Dios que el sofá oculte a Simba al caminar, el problema es que se escucha su caminar, sin embargo, eso no me detiene y con más rapidez llego a la puerta, solo que ya siento la mirada de mi hermana clavada en la espalda y a eso sumale que la llave no quiera entrar en la cerradura.

—¿Qué haces con ese perro, Jade? —pregunta ella.

Miro a Simba y luego volteo a ver a mi hermana, sonriendo con nerviosismo.

—Se lo llevaré a su dueño.

Frunce el ceño.

—Eso no explica el qué haces con ese perro.

Muerdo mi labio, sabiendo que podría molestarse por lo que diré.

—Anoche hice un truco de magia... —la llave entra en la puerta—se suponía que era una maga, alguien necesitaba unos mejores ánimos y bueno, hice aparecer a su perro...

Eda me mira con los ojos muy abiertos.

—Al principio, —abro la puerta—Andrew no creyó que era su perro, así que hicimos una apuesta y ahora yo la he ganado porque él ha comprobado que su perro no está en su apartamento.

—¡¿Es el perro de quién?!, ¡¿Qué hiciste qué?! —chilla levantándose del sillón con clara molestia.

Sonriendo como si no fuese hecho nada grave, salgo del apartamento.

—¡Es el perro de Andrew e hice magia! —respondo—. Y ahora, Jade desaparece—dicho eso, cierro la puerta, cuando me doy la vuelta, debo reprimir un chillido cuando la puerta de Adrien se abre y Hera sale usando una sudadera de él.

Una mano está ubicada sobre mi pecho sintiendo los latidos acelerados de mi corazón, Dios, pero qué susto me han dado.

Hera me mira, Adrién también lo hace, ellos no han notado que casi me da un infarto.

—Vine por azúcar —dice ella y yo no entiendo para qué decirme qué está haciendo en el apartamento de Adrién con su sudadera cuando viven a tres metros de distancia, además, alejando eso, no veo el azúcar en sus manos.

Noto la forma en la que Adrién voltea a mirarla con un ceño fruncido.

—¿Ah, sí? Porque no veo que lleves la azúcar —dicho por él, no por mí.

"Además, tus gemidos dirían lo contrario" piensa él.

Okeeeey. Esto es incómodo y no quiero escuchar más, ni siquiera debí escuchar ese pensamiento, Dios, qué horror, qué vergüenza. Joder, ahora sé quién andaba disfrutando anoche en el apartamento del chico, pero qué chisme más bueno y a la vez, incómodo.

Hechizada [PARTE 1 COMPLETA - PARTE 2 EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora