🌼XXIII

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Era casi increíble cómo la confianza había crecido entre Rafael y David.

Al principio, cuando se habían confesado sentir cosas el uno por el otro, estaban muy tímidos, les costaba tomar iniciativa a menos que estuvieran siendo cien por ciento cuidadosos, mas ahora solo bastaba inventar un pretexto fofo para irse a cualquier lugar recóndito de la estancia y ponerse cariñosos.

David jamás pensó que alguien con ese aspecto tan cohibido como el de Rafael pudiera ser así de exigente a la hora de encontrarse solos. 

Ahora que ya podía, ahora que ya sabía cómo, Rafael lo provocaba de maneras desvergonzadas hasta hacerlo ceder. Como la vez que entró al cuarto de baño supuestamente a dejar toallas mientras David estaba allí y terminaron ambos desnudos compartiendo la tina. O la vez donde decidieron «esperar otra vez» en la caballeriza a que la lluvia parara, en tanto las manos del moreno se metían por debajo de la ropa de David para recorrer su torso, dejando besos mojados por toda su nuca.

Incluso un día donde David hizo tiempo para darle clases. No podía concentrarse teniendo una mirada tan atenta como enamorada, y decidió él mismo lanzarse a besar a Rafael siendo bien recibido por este.

Estaban apasionados a más no poder. Sí estaba el amor, y sí estaba la lujuria, pero también se sumaba el sigiloso juego prohibido. Tanto incentivo solo culminaba en desearse todavía más.

Pasaban la mayor parte del día separados por el trabajo de David —incluso algunas noches seguidas sin verse—, así que las pocas horas que tenían en la chacra sentían que tenían que aprovecharlas al máximo.

Por otro lado, las excusas se volvían repetitivas, y la gente de la casa ya no sabía cómo tomar el hecho de que David y Rafael tuvieran momentos de desaparecer porque sí; o esos rumores donde veían a David muy temprano salir del cuarto de Rafael y viceversa.

A veces los dos comentaban en alto a propósito alguna mentira para que el resto escuchase y creyese que ese era el motivo del encuentro matutino, caso de tener una cuartada.

En las mujeres había incertidumbre, pero trataban de hacer la vista gorda y no preguntar.

En Esteban, incluso cuando la pareja estaba frente a todos haciendo nada, la susodicha podía sentir que el señor los estaba vigilando o juzgando de alguna manera.

Esteban se estaba comportando demasiado raro y contradictorio.

Si bien seguía siendo duro con David, solía alentar a Rafael a que lo animara para que no se diera por vencido en el trabajo. Sabía que había un cariño mutuo. Pero, por otra parte, no llegaba a tolerar algunas cuestiones que estaban infiltrándose. Como si estuviera procurando que entre Rafael y David no hubiera demasiada intimidad, solo la necesariamente para que David fuera productivo.

David solía esperar que, tras las miradas serias que le dedicaba Esteban, este le dijera algo al respecto. Se imaginó muchas noches cómo sería un encontronazo, qué tendría que decir o cómo actuar en caso de ser descubierto haciendo algo «inapropiado» con Rafael. Sin embargo, incluso anticipándose, temía mucho los resultados de esas suposiciones.

Después de todo, por más héroe que David se creyera, estaba dependiendo mucho de su hermano mayor. Y tenía las advertencias, consejos y reclamos de él todo momento ido donde David se dejara descansar un poco.

En el fondo, no quería aceptar que las cosas que le decía Esteban eran el único modo que podía abordar si quería cumplir correctamente con su papel como Fernández, y que el camino que David seguía no estaba funcionando.

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Una de mil • [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora