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El clima en la estancia era cómodamente tranquilo.

Carmen tuvo que ausentarse de allí un tiempo y volver con su padre por el asunto de la boda. Le fue tan agrio el desinterés del señor en aquellas semanas, que estaba decidida en ir a insistir con su familia a las hermanas mayores de David para que finalmente aceptara.

Por su parte, David que se había ocupado bastante con el trabajo en época de cargar la producción de lana para mandar a exportar. Después de que se envió la mercancía, tendría unas semanas de relajación mental.

Tanto a David como a Rafael les sentaba bien la ausencia de dicha fémina. Sus conversaciones ahora eran un poco más largas durante los regresos de Rafael a la morada por las tardes. 

A Rafael le daba una sensación muy amena el llegar del campo después del trabajo con los peones y ser recibido por un relajado David, que con su falta de formalidad en la ropa se veía incluso más familiar.

Senhor David —llamó Rafael luego de darse un baño y encontrarlo en la sala de estar—. ¿Hoy no vamos a tener clases? —Y se asomó por el espaldar del sofá de forma sutil.

David dejó un dedo de seña entre su libro al cerrarlo y dobló la cabeza para observar risueño al moreno. El cabello fino y rizado de este seguía goteando disimuladamente e impactaba en el respaldo del brazo.

—¿Merendáste? ¿Descansáste algo? Recién llegás, Rafael —le regañó David de manera amistosa—. Además, hoy toca enseñarle a Ivonne, estoy esperando que termine con sus cosas, y vamos a repasar matemáticas. Si quisieras participar...

Ai, certo, no merendé —se retractó el moreno al instante y se estiró sobre sus hombros, lo que produjo una risita en el mayor.

Rafael adoraba escuchar a David riendo de esa forma dulce, y más cuando quien provocaba esa reacción era el mismo moreno con algunas de sus ocurrencias.

Tenerle confianza a ese hombre significaba que quería agradarle cada vez más.

—Rafael, un cliente me regaló unos vinos exquisitos de su finca —David retomó la palabra llamando la atención del chico—. Como prefiero pasar estos días en la estancia no pensaba tomarlo, pero ahora considero que podríamos beber juntos después de la cena.

El muchacho lo observó sorprendido y no pensó demasiado para asentir con la cabeza.

En su pasado como esclavo priorizaba la comida, pero había momentos donde no soportaba su vida y terminaba consiguiendo alcohol de algún modo. Sin embargo, si se trataba de acompañar a David con un vino de calidad y un ambiente cálido, Rafael debería reescribir sus malos recuerdos.

—Claro que sí, senhor. ¡Ya tengo vontade de probar! —comentó mostrándose alegre.

Y David correspondió su alegría con otra bonita sonrisa.

Así que durante unos días compartían un vaso de vino a la noche haciendo sobremesa o salían a la pre-entrada para conversar.

Rafael le preguntaba cosas sobre su trabajo a David, y a este se le iba la lengua explicando de todo, pero eso era algo que mantenía muy atento al primero.

Poder conocer la rutina del señor y sus gustos, además de compartir un aperitivo, una golosina o lo que fuese, le hacía pensar a Rafael que podía ser parte de la cotidianidad de este también si seguían de esa manera.

David señaló que Rafael era un buen compañero, lo más cercano que tuvo de hacer un nuevo amigo en mucho tiempo. Y así Rafael quería decirle que él también estaba contento de llegar a ser cada día más cercano al pelirrojo. No obstante, se cohibía y no lo declaraba, se ponía bastante tímido. 

Una de mil • [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora