🌼 XLV

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Se dio durante un atardecer más de los primeros días de agosto.

Rosa había notado por la ventana de la sala que, próximo al terreno, se asomaba una persona montando a caballo, y dedujo que sería David luego de estar tres días afuera. Alzó a Bautista y salió hacia la cocina, donde Rafael estaba preparando arroz salteado, y le avisó a este que ella atendería la preparación para que él pudiera ir a recibir a su «hombre».

Animado, Rafael le agradeció a la mujer que cubrió su lugar. Corrió hasta el sendero de los árboles ladinos que ya casi no tenían hojas en sus copas.

Al llegar al portón de madera, lo abrió de inmediato a la presencia principesca de David sobre el corcel. Su amado le miraba risueño y le saludó desde arriba para apurarse a llevar al alazán hasta la caballeriza.

Rafael, luego de cerrar, fue tras él. Y al encontrarse ambos solos en ese lugar se recibieron con un fuerte abrazo y un apasionado beso que los hacía sonreír entremedio.

—Te extrañé tanto —mencionó David apenas tuvo un respiro y se aferró a la espalda ajena cuando Rafael se dedicó un poco a su pálido cuello.

Eu mais, eu muito mais... —insistió receloso en ese lugar dejando a David cada más rojo.

—Rafa, vayamos con Rosa, ya quiero saludarla.

Não... Você me debe minutos de cariño, tenés que hacerte cargo —Rafael rio, mas David lo alejó un poquito con sutileza.

—No, en serio. Vayamos ahora —Incluso con ese tono serio, mantenía una sonrisa.

Rafael quedó confundido, creyó que había incomodado a David con su intensidad y lo soltó despacio.

—Perdón, David... —Rafael lo observó un poco preocupado—. ¿Pasó algo?

David asintió con la cabeza y entrecerró los ojos.

—Por eso quiero ir con ella, así les cuento a los dos.

—¡Oh! Claro, vamos —alegó Rafael de inmediato al percatarse de que parecía ser algo importante.

Los dos desarmaron el equipo de montaje lo más prolijo que pudieron y luego fueron hasta la cocina. Rosa y Bautista siempre recibían alegres las llegadas de David, después de todo era el hombre que más les había ayudado.

Sin embargo, después de ser saludado, David quedó en silencio y tomó una bocanada de aire llamándole la atención a los otros dos.

—Qué carucha, David. ¿Qué te pasó? —consultó Rosa extrañada.

David tomó asiento en el banco y apoyó los codos en la mesada, luego se soltó el primer botón de su camisa, como si se estuviera relajando.

—Creo que me está tratando de seducir —murmuró Rafael para Rosa provocándole a ella una risita disimulada.

Pero era obvio para los dos que David se estaba comportando raro a pesar de la templanza que quería demostrar.

De pronto, el pelirrojo se enderezó y clavó sus verdes ojos unos segundos en Rosa, después en Bautista y finalmente en su amado Rafael.

—Querida Rosa, querido Rafael. Tenemos los días contados... —dijo David con una tibia voz.

Rafael no entendió bien a qué se refería con la frase, pero Rosa lo tomó por otro lado y quedó petrificada del susto.

—¡N-no me digas que alguien soltó la lengua de que estoy acá y nos vienen a buscar! —exclamó la mujer nerviosa y abrazando fuerte a su bebé.

Rafael se alertó de pronto.

Una de mil • [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora