🌼 XXVII

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Dos días y medio de viaje, malestar y angustia. Apenas Rafael llegó a los terrenos de la familia Trinidad, sintió por primera vez en mucho tiempo cómo la fiebre le hervía el cuerpo y lo dejaba frágil como un papel.

En la posada, los tres empleados nuevos fueron presentados por Esteban y Nerina a los demás compañeros.

Era un edificio amplio en la capital porque, además de ser empresarios ganaderos, la posada de la familia Trinidad era una de las más visitadas por los comerciantes y adinerados que buscaban descansar cómodos en la zona.

Pronto fueron adjudicados a sus puestos. Cornelia sería la mano derecha de Esteban, Ivonne trabajaría en la limpieza del lugar, y Rafael — una vez que se recuperara— en el saladero Trinidad-Fernández.

Los otros tres días los pasó acostado y siendo atendido por Ivonne. Al dormirse solía tener pesadillas con el barco y las tormentas. Soñaba que se hundía, o que lo tiraban por la borda y daba brazadas para llegar al Puerto de Buenos Aires, mas nunca lo lograba. Despertaba más sudado y se lamentaba de un horrible dolor de cabeza.

La pasaba pésimo. Desde que se había ido de Argentina, sintió un tipo de energía diferente que le hacía creer que no fue bien recibido por este nuevo lugar.

—Creo que pescó alguna enfermedad en el viaje —supuso Ivonne mientras mojaba el paño en agua fría y, luego de exprimirlo sobre una fuente de cerámica, lo estiraba en la frente de Rafael.

El señor Esteban, que estaba parado de brazos cruzados en el umbral de la pieza, suspiró pesadamente, sintiendo un poco de lástima por el muchacho. Pero igual no se dejaba ser tan blando.

—Poné de tu voluntad para recuperarte, Rafael, no vas a vivir de vago acá. Necesito llevarte a conocer la empresa —dijo alto provocando que el moreno lo mirara de reojo y asintiera apenas con la cabeza.

Sim... Me desculpe se causo problemas de más. Voy a tratar de mejorar —respondió con una voz áspera y baja.

El patrón le tomó la palabra con bajar y subir su mentón.

Cuando Esteban salió del pequeño cuarto, Ivonne se giró hacia Rafael de nuevo.

—Está bastante amargado ahora... Desde la cena que nos dijeron lo que iba a pasar, parecía que había peleado con David. Ni siquiera se dirigían a gusto las palabras. Mirá ahora cómo te habló, como si realmente pudieras mejorarte por arte de magia. Qué tipo... —comentó la muchachita sentándose en el borde de la cama.

Rafael sonrió ladino y sin gracia.

—Es un tipo raro... A veces parece un buen hombre, pero luego...

—Da miedo...

Sim... Algo así. Pienso que es bueno, pero es rudo.

Ivonne se acomodó la falda absurdamente de los nervios y rio.

—Bah, no sé. Creo que solo estamos acostumbrados al trato suave del señor David y que él siempre nos defendiera o nos hablara con esa bondad suya... Ahora, acá, me siento muy tímida.

Rafael la miró de soslayo y concordó moviendo la cabeza.

—Al menos la señora Nerina es amable con vos.

—Sí... Bueno... Hay algunas criadas y trabajadoras acá también que son bien tratadas por ella. Muchas, se ve, que la extrañaron... Creo que ya no me siento tan especial —reflexionó con una apenada sonrisa.

Não, no digas eso, ella te quiere. No seas celosa.

—Ay, calláte —Le dio un empujoncito a Rafael que le hizo doler el cuerpo débil y quejarse—. Oh, perdoná, ¿fui bruta?

Una de mil • [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora