🌼 IX

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Fue como si no hubiese existido noche esa vez, y nadie pareció dormir. Porque incluso hasta horas del alba se podían escuchar los quejidos lamentosos desde el cuarto del señor.

Los párpados de Rafael se encontraban en un estado neutro entre el cansancio y la vigilia. Quería dormir, pero no le dejaba aquella molesta sensación conmovida en su pecho escuchando a David.

Finalmente los gallos cantaban. A los minutos la voz de David se aminoró; luego de otros más ya se había silenciado.

Recién allí Rafael concilió el sueño.

Cornelia llegó a la puerta del muchacho

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Cornelia llegó a la puerta del muchacho. Tocó varias veces esperando ser atendida por este. Él, somnoliento, se asomó sin siquiera poder despegar bien los párpados.

—Rafael. Apuráte, tenés que darle de comer a los animales —dijo la mujer—. ¿Pudiste dormir algo?

Ante eso, Rafael solo negó con la cabeza.

E o senhor?

Ella giró lento los ojos en dirección al pasillo en señal afligida, como si estuviese rememorándolo.

—Fui a despertarlo para que se preparara así fuera al trabajo como siempre, pero no me contestó y siguió durmiendo. Debe de sentirse muy enfermo otra vez.

Rafael abrió los ojos de a poco con ligereza, teniendo de primer enfoque las baldosas bordó debajo de sus pies. Dio un bostezo que pareció suspiro.

—¿Y las señoras no regresaron?

Cornelia le dio unas palmaditas inesperadas en el hombro que lo sacaban del cuarto desde el umbral.

—No. Y parece que no volverán. Se han llevado todas sus cosas en esa carroza —respiró hondo por su larga nariz—. Seguro se cancela el casamiento.

Fue como un baldazo de agua helada la manera en la que esa última frase lo despertó del onírico estado. Miró impactado a la mujer frente suyo. Mas la cara contraria dibujaba la obviedad en su declaración.

—¿No se casarán?

—Dudo mucho que ella se arrepienta a medio camino. Pero... creo que fue lo mejor. Ellas encontraron unas cartas del señor. Por ahí leyeron algo que no debían, y por eso se fueron así. Pero me duele que David haya sufrido tanto la partida de la señorita. A pesar de todo, la debió haber apreciado mucho... Quién lo viese llorar como lo hizo anoche.

El muchacho consintió con la cabeza y un son de labios sellados.

Esas cartas... Todo estuvo girando alrededor de esas cartas siempre.

Como si el hecho de que alguien más ajeno a David tajeara uno de los sobres significara una caja de pandora abierta.

Rafael se preparó para trabajar a la par de Ivonne en los corrales, a la vez que Cornelia les preparaba el mate cocido y el pan casero directo del horno de barro.  

Una de mil • [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora