🌼 XVII

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Al volver a la estancia, Esteban y Nerina llegaron con los regalos de sus familiares y otras sorpresas.

Para Ivonne, Nerina eligió un hermoso vestido largo de corte imperio en un color rosa muy clarito. Lo primero que Ivonne hizo fue darse un calibrado baño para salir a probarse luego tan hermosa prenda. Estaba tan maravillada que fue a la sala a lucirse frente a sus patrones y a Rafael.

—¡Lo sabía! Vi ese vestido y sabía que iba a quedarle muy bien. Tiene una hermosa silueta, señorita Ivonne —halagó Nerina orgullosa de su elección, a la vez que Ivonne daba vueltitas haciendo inflar su vestido en cada giro.

—¡Es lo más lindo que me han regalado en la vida! ¡Muchísimas gracias, señora Nerina! —respondió ella totalmente radiante.

Rafael la miraba con ternura, estaba contento e igual de asombrado por el llamativo regalo de su amiga.

En eso, Esteban miró a su esposa con un gesto confundido.

—¿Y el regalo de Rafael? —preguntó creyendo que lo había olvidado en la Capital.

—Lo dejaste sobre la carreta —respondió la mujer y después sorbió un trago de té para ocultar su sonrisa.

Esteban suspiró aliviado. Luego se levantó del sillón con un excelente humor y se fijó en el muchacho.

—Voy a buscarlo, Rafael. Espero que le saques provecho.

Rafael permaneció sorprendido, ni se le ocurrió pensar que para él también habría un obsequio. Pero sin decir nada, esperó parado al costado del sofá, ansioso.

Esteban volvió del fondo con una gran sonrisa y el criollo presente entre sus manos.

—¿Podés creer que mi cuñado casi tira esta belleza solo porque el idiota no sabe tocar?

—Esteban, no seas grosero —farfulló Nerina, su esposo carcajeó.

—En fin, la rescaté, le cambié las cuerdas y la afiné. Entonces creí que sería un buen regalo para vos. Yo digo que un niño se hace hombre cuando aprende a tocar la guitarra como tal.

—¿Tu hermano David sabe tocar? —interrogó su esposa con ironía.

—Pff, por supuesto que no, Neri —Esteban no mostró ni grado de remordimiento y comentó riendo:—. Así que él no cuenta como hombre.

Nerina rodó los ojos, Ivonne sonrió con algo de culpa, pero Rafael, ignorando aquel desagradable comentario, quedó hipnotizado con la guitarra que Esteban acercaba.

—Mientras que no esté David para darte clases, yo te puedo enseñar a tocar la guitarra de vez en cuando. Un día vas a tocar como los gauchos más guapos de la provincia, carajo —exclamó alegre y dejó el instrumento finalmente en manos de Rafael.

Al moreno se le iluminó el alma. Siempre había querido algo así: guitarras, arpas, violines, bombos, tambores; cosas de ese tipo como los conjuntos que oía en los callejones o conventillos cerca del puerto, artistas de la playa, músicos destacados de los que sociedad hablaba, todo eso le llamó la atención a lo largo de su vida, pero él siempre miró o escuchó de lejos.

Jamás podría imaginarse tener eso para él, ya que siempre priorizó sobrevivir y huir, esa era su historia. No aspiraba a nada más hasta que se cruzó con David, y ahora con este otro Fernández.

Ido, agarró a la guitarra del mástil y por debajo del cuerpo. Y la levantó como si la estuviera enfrentando.

Muito obrigado, senhor Esteban —dijo suave con una gran sonrisa y los ojos bien abiertos al borde de las lágrimas.

Una de mil • [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora