Alice
La lista había pasado de tener cero a dos nombres. Pero solo uno de ellos me importaba en esos momentos.
Aidan Cramer.
Crecimos casa con casa, compartimos secretos, comidas, cenas, lágrimas, risas, de todo. Éramos los mejores amigos, como lapas. Pero el cambio de la escuela primaria al instituto fue fulminante para nuestra amistad.
Yo me hice más cercana a las chicas, nunca dejándolo de lado a Aidan, pero él sí me dejó de lado a mí cuando conoció a los del club de ciencias y a los de natación. Él siempre fue el protagonista de mi libro, la persona que estaba en primer plano. Sin embargo, yo no pasé a un segundo plano para él, ni a un tercero; me atrevía a decir que, a muy buenas, alcancé el séptimo sin quererlo.
Y ya no lo conocía.
El Aidan de doce o trece años, jamás haría nada para perjudicarme.
El Aidan de casi dieciocho era un desconocido para mí.
Mi cabeza y mi corazón llevaban horas discutiendo la posibilidad de que Aidan estuviese dedicándose a chantajearme, y no llegábamos a una conclusión. La duda era lo que reinaba dentro de mí.
El entrenamiento terminó y las chicas vinieron en mi busca.
―Pregúntales a tus hermanos si le han contado algo ―sugirió Lou. Yo asentí con la cabeza.
―Ahora lo haré. Como le hayan contado algo... ―Suspiré sonoramente―. ¿Conocéis algún sitio efectivo para esconder un cadáver?
―O tres ―bromeó Rose, ya que tenía tres hermanos.
―Seguro que si echas los cuerpos en la cascada, nadie los encontraría hasta verano.
Su comentario hizo que el grupito de tres chicos de noveno que volvía a los vestuarios se dieran la vuelta horrorizados.
―Sí, va por vosotros. A ver si caminamos rapidito ―les dijo Rose, poniendo su peor cara, lo cuál hizo que aceleraran el paso y acabaran casi corriendo.
―¿Videollamada después de cenar para que nos los cuentes todo?
―Dadlo por hecho.
🗒️🗒️🗒️
Llegué a casa y entré decidida a ir cuarto por cuarto a preguntar a mis hermanos. Sus chaquetas ya estaban colgadas en el perchero, por lo que supe que todos habían llegado. Corrí escaleras arriba, lancé mi mochila a la cama y fui a la primera habitación después de la mía. La de Katherine.
―Hola ―entré sin llamar. Ella estaba sobre su cama con el móvil en las manos, leyendo algo en él. Levantó la vista hacia mí―. Tengo que hablar contigo.
―¿Qué has hecho? Mira que no tengo dinero para prestarte.
―No es eso. ¿Tú le has contado lo mío a Aidan?
No tenía que especificar. Mis hermanos ya sabían que "lo mío" era mi pequeño negocio.
―Si no lo veo desde verano y empezaste con esto a inicio de este año escolar. No le he dicho nada.
―¿Me lo prometes?
―Claro. Además, nos pediste que no dijéramos nada.
―Vale, gracias, te quiero.
Salí de la habitación a toda prisa y me metí en la de al lado, de nuevo, sin llamar. Brandon, el mayor de todos, estaba con su proyecto de arquitectura. Llevaba una semana pegado a la maqueta, la cuál estaba haciendo, pieza por pieza, con la impresora 3d que mi tío le había regalado hacía un año.
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Medidas Desesperadas ©
JugendliteraturAlice, a sus dieciocho años, es una empresaria juvenil en toda regla. Hace meses que, bajo el seudónimo de W123, vende apuntes y exámenes de años pasados a los alumnos de su instituto. Y todo va estupendamente bien, hasta que una nota anónima llega...