Capítulo 16 | Bison Falls

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Aidan

A ver, no incumplí mi promesa.

No del todo, al menos.

Sentado en los asientos de los monitores, delante de todo del autobús, vi a Alice subir las escaleritas. Iba con la mirada fija en sus pies para no caerse, pero cuando la levantó y me vio, pareció que estaba a punto de gritar.

―¿Se puede saber qué...?

―Wagner, con Cramer. Siéntate que nos vamos ya ―ordenó el entrenador Sackville.

Refunfuñó antes de sentarse en el asiento de mi lado y colocarse el cinturón. Me miró con el ceño muy fruncido y una mueca que me dejaba ver su enfado a la perfección.

―¿Qué haces aquí? ―susurró antes de pellizcarme el muslo.

―Auch, Alice.

―Responde.

―Me presenté voluntario.

―Pero...

―Y en mi defensa diré que lo hice antes que tú.

―¿Cuándo?

―Cuando empecé a ayudarte a cumplir la lista.

―Eres... ―Bufó y me golpeó el brazo― insufrible, terco y molesto. ¿Por qué no me lo habías dicho?

―Cuando iba a hacerlo, te enfadaste conmigo y me dejaste fuera de esto.

―Podrías habérmelo dicho ayer.

―Te hubieras enfadado.

―Por supuesto que sí. ―Suspiró sonoramente y apoyó su frente en el respaldo del asiento de delante―. No deberías estar aquí, Aidan.

―Eh, venga. Estará bien...

―Eres insufrible ―susurró de nuevo. Y yo sonreí justo cuando giró su cabeza para mirarme―. Gracias por venir, de todas formas. Ya no será tan aburrido, supongo.

―Aleluya ―murmuré ganándome su risa.

Echó el cuerpo hacia atrás, apoyó la cabeza en el respaldo y la giró un poco para mirarme. Vi de nuevo, igual que la tarde anterior, esas pequitas que solo le salían en verano y primavera gracias a la exposición del sol, y sus mejillas sonrosadas por no haberse echado ni una gota de crema protectora solar.

―Me he olvidado los auriculares en mi bolsa ―susurró con una mueca, haciéndome reír.

―Saca la lista de reproducción para hacer cupcakes, yo pongo los auriculares.

Sonrió mientras sacaba el móvil del bolsillo de su pantalón y yo hice lo propio con los auriculares. Los desenredé al tiempo que ella buscaba la lista. Alice se encargó de enchufarlos y cada uno se puso un auricular.

―Una hora de trayecto... Con el sueño que me entra siempre en los viajes.

Me toqué el hombro un par de veces, haciéndole saber que podía apoyar su cabeza en él y, sin rechistar lo hizo. Giró un poco el cuerpo hacia mí y abrazó mi brazo. Respiré hondo.

―He dormido muy poco esta noche. Si ronco, me despiertas, aunque no creo que lo haga porque solo me pasa cuando estoy resfriada.

―Échate una siesta, anda.

―Sí...

Y así pasamos la siguiente hora: con The Weekend y Taylor Swift como banda sonora, y Alice dormida y agarrada a mi brazo.

Cuando en la lista vi que Alice tenía que presentarse como voluntaria en la escapada, supe que tenía que ir con ella. Los chavales de catorce y quince años eran el grado más joven del instituto, y algunos eran insufribles. Como profesor ayudante de natación que había sido el año anterior, ya los había tenido que tratar a algunos de ellos. Se necesitaban cuatro carros de paciencia y Alice... no la tenía.

Medidas Desesperadas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora