Capítulo 15 | Chapuzón

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Alice

«Estoy deseando que nos tomemos ese helado mañana».

Ese había sido el mensaje que había recibido tras el entrenamiento del viernes. Eso no solo había hecho que la incomodidad creciera, sino también que se me fueran totalmente las ganas de quedar con Ryan. ¿Cómo que estaba deseando que nos tomáramos el helado? ¡Solo habían sido cuatro piedras! Y por un chantaje.

Y, no nos vamos a engañar... En mi cabeza todavía rondaba la propuesta de Aidan y su ceño fruncido ante la razón de mi negativa.

«¡Hola, Ryan! Oye, tendremos que aplazar lo del helado, que no recordaba que mañana me marcho con los de noveno a la escapada y no tengo absolutamente preparado. Lo siento<3».

Listo.

Esperé que colara.

Si no, mala suerte.

Almorcé con mis hermanos y sin mis padres, puesto que no solían estar en casa hasta pasadas las cuatro de la tarde, y por primera vez en unos cuantos días, le hablé a Sophian. Ya lo había torturado bastante. Se mostró aliviado, mas su orgullo no le permitió exhibirse demasiado feliz. Aunque yo sabía que lo estaba, porque era el que más solía darme la tabarra. Y para ello necesitaba que le hablara.

―Dicen mis contactos que te has apuntado como monitora voluntaria para la escapada rural de noveno curso ―dijo Soph. Puse mis ojos en blanco.

―Que tus contactos sean nuestros hermanos es la cosa más cutre del mundo.

―No dejan de ser contactos. ―Me apuntó con su tenedor, con un trozo de queso fresco en él.

―También estoy doblando toallas cada lunes, limpiado una estatua, ordenado la biblioteca (todavía me queda un pasillo), ido a buscar carbón y piedras al bosque, ayudado con el decorado de teatro...

―Joder con la lista del chantajista. ―Bufó Brandon. Kat me acarició el pelo con suavidad.

―¿Qué te queda todavía?

―Limpiar la fuente, seguir doblando toallas, ordenar el pasillo cinco de la biblioteca, ir a la escapada y ofrecerme como vendedora de comida en la jornada deportiva de finales de mes.

―Pero si tú vas a nadar. ―Frunció el ceño el mayor de mis hermanos.

―Debo vender comida únicamente en los partidos de baloncesto y fútbol americano.

―Sigue siendo una putada ―murmuró Kat en un suspiro―. ¿No tienes ni idea de quién puede ser?

―Todavía tenemos... tengo diecisiete nombres en la lista ―rectifiqué rápidamente. Los miré a todos detenidamente―. Porque vosotros no os atreveríais a chantajearme así, ¿verdad?

―Tú eres tonta ―afirmó en voz alta Sophian―. Tonta de remate. Claro que no somos nosotros.

―Eso diría el chantajista.

―Añade el nombre de Soph a la lista ―dijo Brandon con seriedad. Pero yo lo conocía más que a mí misma, y sabía que estaba bromeando.

―Lo voy a hacer.

―Vaya panda de idiotas ―susurró el protagonista en cuestión.

Cuando acabamos de almorzar, subí a mi dormitorio y me puse al día con los apuntes y cualquier proyecto que tuviera pendiente de entregar. No fue hasta las tres de la tarde, cuando el sol me quemaba la piel a través de la ventana cerrada, cuando acabé. Me asomé por la ventana y alcancé a ver unos pocos centímetros de la piscina de los Cramer.

Medidas Desesperadas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora