Aidan
―No sé si me gusta esta versión de ti.
Me giré hacia Alice mientras me ponía la gorra en la cabeza. Estaba sentada en mi cama, observándome fijamente desde hacía un rato.
―¿Qué versión? ―pregunté acercándome a ella.
―Esta en la que no me cuentas qué te ocurre. Llevas un par de días más serio de lo normal, callado... Ni siquiera vienes a dormir cuando te invito a hacerlo y cierras la ventana para que yo no entre. ¿He hecho algo mal y no me he dado cuenta?
Su ceño fruncido y la vulnerabilidad en su voz me rompieron el corazón.
―Ey, no. No has hecho nada ―musité arrodillándose delante de ella. Su mirada triste era lo último que necesitaba mi ánimo de esos días.
―Estoy teniendo un déjà vu horrible. Así fueron los cinco días antes de que te distanciaras de mí.
Estiré mi cuello y capturé sus labios con los míos, acunando sus mejillas con las manos. Suspiró en mi boca y me rodeó el cuello con los brazos.
―Eres la persona más importante de mi vida. Siempre lo has sido y siempre lo serás, Alice.
―Entonces, cuéntame qué te ocurre, por favor ―susurró mirándome a los ojos.
Agarré sus manos y las besé con suavidad.
―Estoy estresado por los exámenes. Los de hoy me tienen estresado desde hace días; no los llevo todo lo bien que me gustaría ―mentí.
Y me dolió hacerlo.
Pero no quería que ella tuviera que pasar por el estrés y la tensión que estaba pasando yo con todo el tema de Rajesh, Jonas y Siena. Alice respondía fatal al estrés, y los exámenes podrían verse perjudicados por él. Y no me daba la gana que, con lo que había trabajado y se lo había currado, se viera jodida por ello.
Cuando acabaran los exámenes, todo sería diferente.
Esbozó una sonrisa ladina.
―Vas a bordarlo.
―Eso espero ―dije en español, haciéndola reír.
―Sí, dime más ―bromeó arrancándome una carcajada.
No tardamos mucho en encontrarnos en su puerta después de que cruzara a su ventana. E hicimos algo que no habíamos hecho en todos los días que llevábamos juntos de esa manera: nos tomamos de la mano. No sé si fue ella quien me buscó, o fui yo, pero no me importó. Caminar por la calle de la mano de la chica de mis sueños no tenía precio.
Nos reunimos con el resto del grupo de investigación secreto secretísimo confidencial en la puerta. Louise hizo hincapié en que tenía que contarnos algunas cosas cuando acabáramos los exámenes de ese día y quedamos en ir al árbol de siempre cuando acabara el examen de Latín.
Antes de entrar en clase, acompañamos a Alice a su taquilla. Seguía inquieta por no recibir notas de C. O sea, de mis compañeros de laboratorio. Pero ese día, al abrir la taquilla, una nota cayó. Nos miró temerosa antes de abrirla. La voz le tembló al leerla en voz alta.
―Desafiar a la persona que mantiene en pie tu futuro, es lo peor que podrías hacer. Te aconsejo recompensar lo que has hecho...
―Hijo de puta ―musitó Rosalyn.
―...no presentándote al examen de latín. Atentamente, C.
―Y una puta mierda ―murmuré quitándole la nota de las manos para leerla.
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Medidas Desesperadas ©
Novela JuvenilAlice, a sus dieciocho años, es una empresaria juvenil en toda regla. Hace meses que, bajo el seudónimo de W123, vende apuntes y exámenes de años pasados a los alumnos de su instituto. Y todo va estupendamente bien, hasta que una nota anónima llega...