Alice
La expresión «Tensa como las cuerdas de una guitarra» cada vez se hacía más y más mía.
Pensé que cuando empezara la temporada de exámenes, todo se relajaría más, teniendo en cuenta que ya habría cumplido todos los puntos y que mi única preocupación sería la de estudiar y aprobar.
Sin embargo, nos encontrábamos con, a parte de los exámenes, varios percales sobre la mesa. Uno, la búsqueda del biosensor de Aidan, aunque teníamos un potencial sospechoso. Dos, la búsqueda del hijo de puta que me metió en el armario del conserje. Tres, la búsqueda del chantajista. Tres búsquedas abiertas. Pocos sospechosos. Poquísimo tiempo.
Necesitábamos resolver todas esas mierdas antes de que finalizara el curso, porque a dos semanas de la graduación no gozábamos de mucho margen de investigación. Cuando todo acabara, sería muy complicado investigar cualquier cosa.
Yo debía admitir que lo que más me fastidiaba en esos momentos es que alguien había tenido la poca decencia de robarle un proyecto de meses de trabajo a Aidan. Aidan Cramer, el chico que no se mete con nadie, que ayuda a todos siempre que hace falta, que es un trozo de pan... ¿Quién osa siquiera pensar en dañarle de alguna forma? Hay que ser gilipollas.
Y, sí, eso me indignaba igual o más que lo de C y el descerebrado que me encerró.
La semana anterior, mientras yo exponía mi trabajo de Español, mis amigas, Chris y Aidan montaron un pequeño grupo de investigación que a priori iban a manejar sin informarme siquiera. Tomaron la decisión acertada, porque tener tres hermanos mayores me había enseñado a gozar de fantásticas formas de apalizar a la gente. Habían incluso creado un grupo llamado «Detectives del East Falls High School». La descripción era, literalmente:
«Grupo secreto secretísimo confidencial de investigación para encontrar al hijo de puta que está chantajeando a mi amiga y poder colgarlo del campanario por el escroto».
¿Os sorprenderíais mucho si os digo que esa descripción la había escrito Rose?
Íbamos a hacer la primera reunión oficial bajo el jardín en el que las chicas y yo siempre nos sentábamos. Habíamos pensado en el vestuario 9, pero ese era el lugar de Aidan y yo. Lo seguiría siendo siempre. Ese árbol estaba muy bien, porque hacía sombra, el césped estaba fresco y no nos veía nadie. O si nos veían, no nos podían identificar a no ser que se acercaran mucho.
Chris y Aidan llegaron juntos. Supe que Lou se iba a enamorar de Christofer al instante, cuando vi que llevaba puesta una camiseta con varias fotos de Spencer Reid, un personaje (maravilloso) de Mentes Criminales, la serie favorita de mi amiga.
―¡¿De dónde es esa camiseta?! ―exclamó Lou cuando la vio, inclinándose hacia él en cuanto se sentaron con nosotras.
―Mi hermana la compró en Etsy, creo. Te mandaré el enlace. ―Sonrió un poco―. ¿Te gusta Mentes Criminales?
Mientras ellos charlaban, con Rose incluída en la conversación, Aidan se inclinó hacia mí y depositó un pequeño beso en mis labios que me hizo sonreír ampliamente. Creo que fue la primera vez que me besó en público, aunque nadie se dio cuenta. Pero lo hizo, que era lo que contaba.
―Hola ―susurró.
―Hola.
No sabría decir qué teníamos. Estaba más claro que el agua que no éramos solo amigos; vamos, yo al menos no me enrollo con mis amigos. Pero tampoco habíamos definido nada. Tampoco me gustaba mucho hacerlo; parecía que los adolescentes necesitábamos con urgencia etiquetas que nos definieran, pero a mí no acababan de encantarme. Estaba bien así con él, aunque no supiera si llamarle novio o amigos con beneficios. Quizá deberíamos hablarlo, pero había temas más importantes que tratar en ese momento.
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Medidas Desesperadas ©
Ficção AdolescenteAlice, a sus dieciocho años, es una empresaria juvenil en toda regla. Hace meses que, bajo el seudónimo de W123, vende apuntes y exámenes de años pasados a los alumnos de su instituto. Y todo va estupendamente bien, hasta que una nota anónima llega...