Alice
―Por muchas vueltas que le dé, no soy capaz de sacar un nombre.
―Podríamos hacer una lista de posibles sospechosos.
―¿Acaso tienes alguno? ―inquirí a Rose, incrédula, señalando la libreta que había abierto en la mesa para apuntar.
―Empecemos por tus exnovios.
―En singular, que solo tengo uno. Y ni siquiera vive aquí.
Tachó el nombre de Russ recién escrito y añadió una nota indicando que no vivíamos en el mismo pueblo. Salieron a la palestra nombres que no tenían ni un mínimo sentido que hubiesen podido descubrir mi secreto, como el de la flautista de la banda del instituto o el de la mujer de la secretaría, que cambiaba con la misma frecuencia con la que yo lo hacía con los calcetines.
Jamás había tenido problemas con nadie que quisiera ponerse a investigarme para Dios sepa qué y mi secreto solo lo conocían Rose y Louise, por las cuales no solo pondría la mano en el fuego, sino también el cuerpo entero. Las tres llevábamos juntas media vida y sabíamos leernos a la perfección, y cuando les conté que había recibido esa nota, sus caras de sorpresa fueron genuinas, al igual que sus respuestas ante mi pequeño interrogatorio.
Me fiaba de ellas.
Seguí añadiendo y tachando nombres de esa lista de Rose durante todo el fin de semana.
Me gustaría ser igual de optimista que Louise y pensar que eso se iba a quedar allí, que simplemente alguien había averiguado quién era la responsable de vender apuntes y exámenes, y había querido saludarme. Me hubiese encantado, pero no era tan ingenua como para pensar aquello.
🗒️🗒️🗒️
El lunes llegué al instituto con el cuerpo medio descompuesto.
Iba a tener que ir a mi taquilla a por los libros de las dos primeras horas y... Sabía qué me encontraría dentro incluso antes de abrir la puertecita metálica y que otra nota me cayera encima. Miré a mi alrededor, esperando ver a alguien osbservándome, pero no había nadie que lo hiciera. Todo el mundo iba a su bola, se saludaban, cogían cosas de dentro de sus taquillas...
«Es gracioso, ¿no te parece?
Algunos nos pasamos meses prestando atención en clase, tomando apuntes a la velocidad de la luz como cabrones y estudiando para poder aprobar con una nota mínima para que alguna universidad se fije un poco en nosotros, y otros... Otros se rascan la barriga durante todo el curso y luego aprueban con dieces después de haber comprado unos apuntes impecables y unos exámenes iguales a los que se van a repartir a los pocos días.
Muy, pero que muy gracioso.
Igual de gracioso que la foto que hay detrás de esta nota».
Dejé de leer un segundo y le di la vuelta rápidamente al papel. En efecto, había impresa una foto mía dejando unos folios bajo las gradas de la cancha de baloncesto del instituto, donde solía ocurrir el intercambio.
El corazón empezó a latirme tan y tan rápido, que por un momento solo escuché sus latidos y no el ruido de la gente pasando por detrás de mí.
Giré rápidamente la nota y seguí leyendo.
«Tengo un total de veintitrés fotos, de distintos días, Alice Wagner.
No solo te estás lucrando de la desesperación de la gente, sino engañando al sistema educativo con tus prácticas ilegales. Y no puedo permitir esto. Está un poco feo, ¿no crees?
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Medidas Desesperadas ©
Fiksi RemajaAlice, a sus dieciocho años, es una empresaria juvenil en toda regla. Hace meses que, bajo el seudónimo de W123, vende apuntes y exámenes de años pasados a los alumnos de su instituto. Y todo va estupendamente bien, hasta que una nota anónima llega...