Capítulo 33 | Unas disculpas

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Aidan

Como era de esperar, Alice no se había presentado al baile del sábado. Y mi aparición fue fugaz, porque al comprobar que no estaba allí, saludé a Chris y me marché a casa.

Era lógico que no iba a estar allí, puesto que por lo visto tenía una gripe que la había atacado con fuerza y la había debilitado un poco. Había conseguido ir sabiendo información sobre su estado de salud mediante Sophian, que había venido algún que otro día a mi piscina.

Lo cierto es que llevaba unos días en los que no me encontraba a mí mismo. Iba a la hora de clase obligatoria para simplemente sentarme y fingir que escuchaba (eran clases en las que los profesores nos indicaban qué cosas debíamos mejorar de sus asignaturas, nos mostraban las correcciones de los exámenes y trabajos, etc.), mientras pensaba en qué podía hacer para arreglar las cosas con Alice y dejar de cagarla con ella.

Hacía tiempo que no pasaba tantos días sin verla.

Una semana.

Y sabía que no solo era por la gripe, si no también porque no quería verme ni en pintura. Aun así, estábamos a viernes, hacía tres horas que habíamos recibido las notas y en dos más era la graduación. Sería un acto en los jardines del instituto, con todos los alumnos del curso y algunos familiares. Alice había sido propuesta por los profesores para dar un discurso, así que la vería seguro, lo cuál me aliviaba.

Debería estar en casa preparándome. Sin embargo, estaba en la piscina junto al entrenador Sackville. Tenía mi ropa en el vestuario. Ese sería el último día que pisaría el instituto y, sinceramente, ese lugar había sido, junto al laboratorio del que me acababa de despedir, mi lugar seguro.

―Espero que nos veamos en la universidad, Cramer. Imagino que te costará compaginar la piscina con las ciencias, pero ojalá algún día tengas una aparición y decidas decantarte por la natación.

Me reí por lo bajo.

―No lo creo, pero seguro que nos veremos. Al menos los dos primeros años estaré en el equipo. No me voy a librar de ti ni queriendo, ¿eh?

―Jamás.

Sackville también entrenaba a los chicos de 200m mariposa de la Utah, la universidad a la que iría en otoño. Así que estaba claro que seguiría todavía un tiempo con él, mas no en esa misma piscina.

―No he podido hablar con ella, ¿pero sabes si Wagner va a seguir en serio con la natación?

―Se lo está pensando, pero cada vez le tienta más la idea ―le expliqué, sin saber si ya había tomado alguna decisión.

―Tiene muchísimo futuro.

―Alice hace que nadar a esa velocidad parezca fácil.

―Totalmente. La he propuesto para el equipo olímpico nacional ―Lo miré sorprendido―, pero me han dicho que antes quieren verla en acción. Los vídeos no les valen. Los ojeadores del comité ya tienen sus sillas reservadas para verla en los nacionales. No se lo digas, o se pondrá nerviosa.

―¿Crees que aunque no gane la pueden elegir?

―No me atrevo a responder, porque nunca se sabe. Alice tiene los dieciocho, ¿verdad?

―Sí.

―Menos mal. Les he dicho que es mayor de edad como medida desesperada ante su negativa inmediata al saber que era estudiante de instituto. ―Rio un poco―. Quieren ahorrarse trámites, ¿sabes? Y al ser mayores de edad les va a facilitar las cosas.

―Entiendo.

Tras un par de segundos en silencio, mirando la piscina, vi que Sackville se quitaba la camiseta y los pantalones, quedando en bañador.

Medidas Desesperadas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora