Epílogo | Mi equilibrio

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Alice

El amor entre amigos tiene una gran ventaja, y es la de estar cimentado en una base de confianza, comprensión y apoyo mutuo previo. Existe una conexión emocional sólida que se ha construido a base de tiempo y que puede llevar a una mayor intimidad. Creo firmemente que la amistad a menudo es el fundamento de relaciones románticas saludables y duraderas, ya que los amigos suelen conocerse muy bien, aceptarse y compartir valores.

Sin embargo, también es importante tener en cuenta que el amor romántico entre amigos puede presentar desafíos únicos, como el de dar el paso de una amistad a algo más, arriesgándose a perder la conexión amistosa si las cosas no funcionan o el sentimiento no es correspondido. Además, las expectativas pueden cambiar y puede haber presiones añadidas que no existirían en una relación sin amistad previa. La transición del amor platónico al romántico es muy compleja y requiere de una comunicación abierta y sincera. 

Lo dicho, era complicado de pelotas.

Por eso comprendía, tras mucha reflexión y charlas con mis amigas y mis hermanos, a Aidan.

No todas las amistades tienen el potencial de evolucionar hacia ese tipo de amor, y yo siempre pensé que nosotros no la teníamos. Pero él sí, y era consciente de mi postura, a pesar de no haberlo hablado nunca. Lo quería, mucho, pero no de la misma forma en la que él a mí. Para mí, nuestra amistad era tan valiosa y significativa en sí misma que trascenderla conllevaba riesgos y cambios innecesarios. Y él respetó los límites y mis necesidades, pero no de la mejor forma y nos llevó a un distanciamiento que había sido de lo más doloroso.

Sin embargo, el tiempo pasa, y nuestros sentimientos evolucionan.

Y, joder, y tanto que evolucionaban.

Si el año pasado me hubiesen dicho que en pleno verano estaría yendo a Salt Lake City, a la Utah, a ver a mi novio, que años atrás había sido mi mejor amigo, porque lo echaba tanto de menos que hasta dolía, me hubiese reído. Y mucho.

La universidad no comenzaba hasta la primera semana de septiembre, pero Aidan había entrado en un curso de nanotecnología durante tres semanas de julio, con estadía en la residencia de la universidad, y no habíamos podido vernos desde que se había ido, salvo tres días.

Las chicas venían conmigo, ya que habíamos ido a ver apartamentos en los que vivir durante el primer curso, pues no había ni una sola plaza en las residencias. Incluso Aidan había tenido que hacerlo junto a Chris, y ya buscarían algún compañero.

Tras pasar parte de la tarde viendo pisos, le mandé un mensaje a Chris, que también estaba en el mismo curso, para saber qué hacía Aidan en esos momentos.

Chris: Está en su habitación. Ha dicho que en un rato pedirá comida para cenar mientras hace videollamada contigo. Si estás por aquí, bajo a buscarte.

Alice: Llegando. Un minuto.

Chris: Bajo.

Crucé el pequeño jardín que llevaba a la residencia de estudiantes en la que se estaban quedando los alumnos de los cursos de verano, y allí estaba Chris esperándome. Sonrió al verme y me saludó con la mano.

―Ey ―dijo cuando lo saludé con un breve abrazo.

―¿Cómo vas?

―Genial. Está siendo una pasada esto.

―Me alegra mucho.

―Ven, sígueme.

Me llevó hasta el primer piso y caminamos hasta el final del pasillo. Me susurró que era la puerta número siete y se marchó tras desearme una buena noche. Sonreí agradecida y, en cuanto desapareció, llamé a la puerta dos veces.

Medidas Desesperadas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora