Alice
Con la ayuda de Brandon y Katherine, acabé los dos proyectos que tenía para la próxima semana en un solo día, lo que me dejó todo el domingo para hacer los apuntes de las clases que Aidan se había encargado de grabar por mí.
Cada vez que me paraba a pensar en lo que estaba accediendo a hacer por mí, sentía una sensación de lo más extraña en mi pecho. Iba a ayudarme a hacer todo lo que estuviera en su mano y yo, aparte de no entenderlo del todo, se lo agradecía muchísimo. Sabía que se sentía culpable por haberme dejado tirada hacía años y haber roto todo lo que habíamos construído desde que éramos niños. Aun así, no creo que fuera forma de remediarse.
Lo que yo había querido durante los últimos años era una disculpa y una explicación, pero no me las daba. Y yo no iba a suplicar.
El lunes a primera hora fui a secretaría, donde Becca ya trabajaba. Sonrió al verme.
―Hola, Becca. Oye, ¿sabes quién lleva todo el tema de la escapada rural de los de noveno? Me han dicho que necesitan voluntarios.
―Un momentito, cielo. Ahora lo miro.
Tecleó en su ordenador a una velocidad de campeonato y cuando lo encontró, dio cuatro toquecitos en la pantalla con su larga uña blanca.
―La señorita Coleman, de geografía. O también al entrenador Sackville.
―Perfecto, muchas gracias.
Miré la hora mientras subía las escaleras hacia el departamento de geografía, cruzando los dedos para que la señorita Coleman todavía no hubiese ido a su clase. Justo cuando llegué, ella salía.
―Jesús, Alice, ¡qué susto me has dado!
―Perdón, señorita Coleman. ―Reí―. Quería comentarle que me ha llegado que necesitan monitores voluntarios para la escapada de los chicos de noveno. ¿Cree que podría ofrecerme para ayudarles?
No os engaño si os digo que se le iluminó la cara cuando me escuchó.
―¿Es en serio?
―Por supuesto.
«Y ojalá no lo fuera», pensé.
―Nos hace mucha falta la ayuda ―dijo mientras abría su bolsa y rebuscaba dentro―. Como es dos semanas antes de los exámenes, los profesores estarán preparándolos y nos falta personal... Toma.
Me dio un papelito informativo con los días de duración (3), las actividades que se llevarían a cabo, la lista de cosas que llevar, recomendaciones... Luego me dio otro, que era básicamente un compromiso de voluntariado para que lo rellenara y firmara.
―Léelo todo bien y si te interesa, a final del día me lo traes firmado aquí mismo, ¿vale?
―Delo por hecho. Gracias, señorita Coleman.
―¡Gracias a ti, más faltaría!
Lancé un largo suspiro cuando me di la vuelta para marcharme escaleras abajo y corrí hasta mi clase. Al llegar, muchos sitios estaban ocupados, así que, como los últimos días, me senté en la primera fila y con Aidan detrás de mí. Me señaló su libro, pero supe que no se refería a ése, sino al móvil que tenía debajo.
―Gracias ―susurré con una pequeña sonrisa.
🗒️🗒️🗒️
El mundo estaba de mi parte ese día. El señor Vilanova, el de latín, no había asistido ese día a clase y nos habían dejado salir a los jardines a última hora, o hacer lo que nos viniera en gana, siempre y cuando no nos marcháramos del instituto. Yo corrí al departamento de geografía y ciencias sociales a dejar el papelito firmado, y me marché a los vestuarios de natación. Había dos chicas de mi clase de latín que también estaban por allí, pero yo, a escondidas, me metí en el vestuario 9.
ESTÁS LEYENDO
Medidas Desesperadas ©
Teen FictionAlice, a sus dieciocho años, es una empresaria juvenil en toda regla. Hace meses que, bajo el seudónimo de W123, vende apuntes y exámenes de años pasados a los alumnos de su instituto. Y todo va estupendamente bien, hasta que una nota anónima llega...