Un Buen Alfa, Lucerys.

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Lucerys esta dormido, pero siempre está alerta, de alguna forma lo sabe cuando alguien se acerca a él, despierto o dormido, sus sentidos son agudos.

Siente a su Alfa entrar a la habitación y sentarse en una silla esquinaria, un poco cerca de él.

No sucede nada por unos minutos, solo siente la media mirada provenir de Aemond en sus espaldas y la ligera respiración de ambos.

Esta a punto de caer dormido de vuelta cuando Aemond se mueve finalmente, siente su cama hundirse y un cuerpo recostarse a su costado, sin tocarlo.

— ¿Te desperté? — susurra bajo.

— No importa mond — le resta importancia también entre susurros.

—... ¿Me tienes miedo? — cuestiona en un tono de voz indescifrable.

Lucerys se apoya entre sus palmas para voltear su cuerpo en la dirección contraria, observa a Aemond con su mirada fija en el techo.

— ¿Mond?

— Yo aveces tengo miedo de mi, desde  Winterfell — admite — tengo esta voz en mi cabeza que dice cosas, cosas horribles todo el tiempo, pero no me asusta eso, me asusta pensar en que de todo ello podría pasarte — Aemond se levanta apoyado en sus codos para ver a Lucerys desconcertado — hace lunas qué no duermo, pero no importa lo mucho que me atormente la cabeza en las noches espesas, verte a ti me da esa paz y descanso qué mi cuerpo me pide a gritos — apoya su frente en el hueco en su cuello, aspira el aroma del omega con bastante necesidad — lo que hice en Winterfell habla sobre lo que haría por ti Lucerys, lo que acabo de hacer habla de cuán lejos puedo llegar por ti.

Cuando las palabras se deslizan por los oídos del omega le reproducen un pequeño escalofrío en su espalda baja, Aemond toma su manos y al sentirla caliente sus ojos se dirigen a esta, nota con bastante horror como la mano de Aemond esta manchada en sangre.

—Nadie te hará daño nunca más Lucerys — promete Aemond — sin importar quienes sean, una reina o una vieja mano, ninguno escapara de mi furia.

Tal vez este mal que un calor sofocante se instale en su vientre, sastifecho y complacido por las palabras de su Alfa, tal vez no está bien saber que el fue quien orilló al dulce Alfa a esta nueva faceta cruel, tal vez y tal vez, pero tal vez, Lucerys esta fascinado con esta pequeña locura.

— Eres un buen Alfa — deposita un beso húmedo en su cabello plateado — el mejor Alfa, el único Alfa qué podría amar con tanto esmero.

Aemond se recuesta en su pecho y pasan la noche abrazados, Lucerys tararea canciones inentendibles con suavidad, pasando sus dedos por los cabellos plateados, Aemond toma cada cierto tiempo caladas profundas de su aroma antes de recostarse en su pecho de vuelta, el amanecer los alcanza con rapidez y cuando escucha gritos comocionales de los cortesanos extenderse por toda la fortaleza una sonrisa cruel se instala en sus labios rosa.

—¡Ejecutaron a la reina Alicent!

—¡Ser Otto también!

— ¡Dioses sean misericordiosos! ¡Fue el joven rey!

Un buen Alfa, Aemond es un buen Alfa.



Se busca un buen alfa - lucemondDonde viven las historias. Descúbrelo ahora