Un rey debe tomar decisiones dificiles, Lucerys

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Quito cada prenda de Aemond con cuidado, acariciando cada parte expuesta de piel a su paso, observando el cuerpo de Aemond con ese brillo en los ojos que dejaba al alfa muy lejos de su cordura.

—No puedes seguir gobernando solo, La ley de sucesión que aplicamos dice que un rey puede abdicar si no está en el estado justo— su voz es suave cual seda y sus manos en toques tan delicados mientras quita capa tras capa de ropa — el rey está sufriendo Aemond— su voz se quiebra aproposito y agacha su cabeza, desde arriba Aemond sólo puede ver los rizos oscuros cubrirlo y su postura derrotada en el suelo con su bota aún puesta en manos contrarias.

—Esto a sido duro para todos alma mía — contesta de inmediato, afectado de más por la postura tan débil de su omega tío.

— Aemond, aveces un rey debe tomar decisiones difíciles— susurro con sus hombros saltables del llanto y sus manos cubriendo aún más su rostro, evitando a toda costa que Aemond lo vea y eso no puede hacer más que activar los instintos de su alfa.

— ¿Que te aturde esposo? ¿Que puedo hacer para apagar tu sufrir? — pregunta desesperado, intentando tomar el mentón contrario pero este solo niega con la cabeza.

—Haz hecho tanto que pedirte esto es abuso— solloza — no puedo aprovecharme de ti alfa, no cuando has sido tan bueno con nosotros— sin embargo, contrario a sus palabras, los sollozos aumentan y su temblor también, Aemond cae de rodillas desesperado por consolarlo, con su dragón arañando su pecho sin cesar y una angustia tal que solo se compara con aquel maldito día en winterfell.

—Omega mio, sangre de mi sangre, mi alma, mi dulce regalo de los dioses, ¡por favor! Dime que necesitas ¡que es lo que te tiene en este estado!

— las lenguas hablan Aemond, hay leones que están levantándose, tengo miedo de una revolución y la caída de nuestra casa, de perderte como perdí al tío Daemon o perder a nuestros hijos — señaló a los niños dormidos, sabiendo que estaba tocando las dos fibras mas sensibles en su tío, la muerte de Daemon e hijos propios.

Por eso se encargó de marcar a los cachorros de leche con su olor, Aemond que aturdido por sus declaraciones dirige su mirada a la cuna, siente su corazón acelerar al darse cuenta que quienes eran sus primos, tenían el olor impregnado de Lucerys, su dulce omega, como si estos fueran crías del castaño, sus crías.

Su respiración se agita y algo en su pecho se aprieta alegre ante poca posibilidad que estos sean sus cachorros, nacidos de Lucerys y él, él omega astuto como siempre ha sido, apoya su pecho en el contrario — Mi mond, me temo que mi buen padre no puede seguir gobernando y tú no puedes con esta carga solo por un tiempo prolongado, si no nos apresuramos caeremos en guerra, con tanta debilidad como ahora ¿como podrás protegerme a mi o a nuestros cachorros? — cuando se gana la mirada de Aemond, Lucerys toma con su mano temblarte la del más alto, dirigiendo está a su vientre — Los dioses nos han escuchado, nuestras plegarias rindieron frutos mi vida.

El salto de Aemond lo toma por sorpresa, como lo eleva en el aire contento y una luz tan brillanté en su rostro que poco a poco se tornaba más juvenil y menos infantil; — ¡Me das el mejor regalo de todos! ¡Tres cachorros! ¡Oh, alma mía! ¡Me haces el más dichoso de esta tierra!

Lucerys se revolotea entre los alagos de su alfa, dejándose fluir disfruta el momento de euforia, cuando las cosas se calman y ambos permanecen en cama, con un Aemond tocando su vientre plano aun con miedo, Lucerys decide hablar ; — Yo quiero hacer algo, déjame ayudarte — susurra en su oído, Aemond que permanece hipnotizado buscando algún rastro de vida en su vientr asiente.

—Serás la mejor reina de poniente, tendrás a los dragones y lords a tu servicio, se harán canciones de tu belleza y gracia, las personas recordarán tu personalidad con cariño y júbilo, te adoraré hasta el último de mis alientos y mientras yo pueda, vivo o muerto, en esta vida o en la otra, tendrás todo lo que necesitas y ocupes mi regalo bendito, mi diosa que me ha alegrado cada día de mi vida, y que me has dado tanta dicha, que incluso muerto, no habrá forma en esta tierra que no te siga amando.

El mismo Aemond le entregó la daga y fue el mismo Aemond quien lo bañó aún cuando estaba limpio, de su regreso como reina.

Los reyes aveces tienen que tomar decisiones difíciles, pero para Aemond esta decisión no lo fue, tampoco una decisión en sí, sin importar todo lo que Lucerys le pidiera, la respuesta siempre sería si, por que Aemond siempre elegiría a Lucerys por sobre todo.

Se busca un buen alfa - lucemondDonde viven las historias. Descúbrelo ahora